23. Mentiras

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Amanda

Pocas veces pierdo el control de mis emociones, pero una de esas fue después de ver las fotos y chismes.

Cerré mi casillero de un portazo, dejando a un lado mis clases y caminando hacia donde creía que él estaría.

En cuanto lo miré, riendo con unos chicos del equipo de fútbol, caminé deprisa hacia él y sin siquiera darle tiempo de reaccionar, mi mano ya estaba golpeando su mejilla con fuerza.

Todo su grupito soltó un uhh, mientras se ponía una mano en el golpe.

—¿Qué mierda te pasa ahora? —espetó.

—Fuiste tú, ¿verdad? Tú le mandaste todas esas fotos y me hiciste quedar como una maldita infiel y mentirosa.

Hubo unos murmullos por parte de los de atrás que yo no pude oír pero estoy casi segura que eran de burla.

—¿Y dónde está la mentira? —dijo, y se puso las manos en los bolsillos solo para verse más amenazante.

—Tu y yo ni siquiera estábamos saliendo, y lo sabes.

—¿A no? Que yo recuerde estuviste coqueteando conmigo.

—Que confundas amabilidad con coqueteo no es mi problema.

Eso pareció hacerlo enojar aún más.

—Y que tú no puedas aceptar las consecuencias de tus acciones no es el mío, así que deja de culparme —Se acercó hacia mi para decirme—. Me mentiste, y yo solo dije mi verdad, que ya tuvieras desde antes la mala fama de ser una puta es asunto tuyo, Amanda.

Se me revolvió el estomago de oírlo hablar de esa forma, a quien tenía enfrente no era el David que yo recordaba. Estaba igual físicamente, pero se había convertido en uno de esos hombres asquerosos que tanto odio.

Al ver que no respondía se alejó con su grupito como si nada y me dejó ahí, planta en medio del pasillo.

Y a partir de ese momento casi todos mis recuerdos se vuelven confusos, fue como si de pronto hubiera demasiados ojos sobre mi y solo pude salir corriendo.

Recuerdo estar empujando a personas de mi camino y empezar a hiperventilar frente al lavamanos del baño. Traté de contar y relajarme pero no ayudó en nada, cada vez que una chica pasaba detrás de mi mirándome extrañada solo servía para empeorarlo aún más. Tenía que pararlo, hacer algo, todos me verían, se reirían de mi, no podía seguir ahí viéndome como una rara.

La cabeza me daba vueltas, podía sentir como perdía el control poco a poco y entonces...

—¿Amanda? —una voz empezó a hacer eco en mi cabeza una y otra vez, o al menos así pensé que era hasta que sentí como me zarandeaban— ¡Amanda! ¡Reacciona!

Levanté la cabeza de golpe. No supe en que momento terminé hecha bolita en el suelo de uno de esos diminutos baños, pero lo estaba, y de un momento a otro tenía a Lilliana gritándome desesperada.

—¿Qué? —mi voz sonaba rara, muy débil.

—¿Estás bien?

Fruncí el ceño, de verdad parecía preocupada, pero tampoco terminaba de entender que estaba haciendo aquí.

—¿Eh?

Ví como rodó los ojos para después tenderme una mano.

—Levántate, es muy tarde.

Pero no la tomé, solo miré a mi al rededor totalmente confundida. Mi mochila estaba tirada junto a mi, las mangas de mi sudadera arremangadas hasta mis codos, con la corbata del uniforme hecha un desastre y me sentía algo temblorosa. En ese momento no entendía que acababa de pasar, pero tenía una vaga idea.

Una Novia Para Amanda GrayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora