CAPITULO VEINTIOCHO - INCERTIDUMBRE

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GUILLERMO

Carmen lleva toda la semana sin clases ni exámenes, hoy es jueves y no ha podido quedar conmigo ni un día. Solo nos encontramos sin haberlo planeado ayer en la calle y ella tenía tanta prisa, que solo pudo saludarme, darme un beso en la mejilla y poco más. Ni siquiera me presentó al compañero de trabajo que iba con ella.

Sé que me he portado como un capullo y que siempre le repito que solo somos amigos, pero no quiero que tenga más amigos con derechos, solo a mí y necesito que quiera verme a todas horas, como yo a ella.

Estoy reflexionando en cómo pedirle perdón por ser tan idiota cuando me entra una llamada suya al móvil.

- Hola, estaba pensando en llamarte ahora mismo – le digo, cuando contesto.

- ¿Por qué? – me pregunta.

- Te echo de menos – me sincero, porque es la pura verdad, cuatro días sin estar un rato con ella es demasiado, lo de ayer no cuenta.

- Como siempre sois vosotros los que me invitáis a comer, quería invitarte yo esta vez – me dice haciendo caso omiso a lo que le acabo de decir.

- ¿Cuándo sería? – le pregunto y sé que la he sorprendido, porque está acostumbrada a mis excusas y negativas.

- Iba a decir que mañana, pero si me vas a decir que sí prefiero que sea hoy, no quiero desaprovechar esta buena racha.

- No voy a ir solo – es mi escueta respuesta.

- No importa, seguro que consigo a alguna amiga para que me acompañe, no pienso repetir lo mismo que cuando te conocí y me presentaste a Eric – me dice y no la entiendo, porque salimos mucho los tres, incluido mi primo, y supuse que no le importaba.

- Es un perro guía – le aclaro.

- ¿Tienes un perro guía? ¿Desde cuándo?

- No es mío, solo me lo han prestado. Es un Border Collie y lleva conmigo dos meses, pero no lo tengo todo el tiempo y no habéis coincidido.

- ¿Dos meses? Ayer no lo vi.

- Ayer estábamos ciegos los dos – bromeo.

- ¿Por qué no me dijiste nada? ¿Cómo es que te decidiste?

- Era un perro guía o un bastón y con la segunda opción tenía miedo de pegarle a mi tía por bocazas la próxima vez que te encontraras con ella - bromeo.

- ¿Paso por tu piso a la una y media?

- ¿Qué te parece si nos vemos en el restaurante donde quieres ir a comer? – le digo, porque voy a estar en la facultad.

- Te envío la dirección en un mensaje.

La mitad del tiempo Luke, que es como se llama el perro, está con Leo, pero ya se ha acostumbrado a mí y yo a él. Es bastante cómodo, porque me avisa si un semáforo está en rojo o si hay algún objeto que dificulte que pase por la calzada. Lo ideal sería que lo adiestrara para ir en bicicleta por ahí, podría ser increíble.

- ¿Estás buscando a alguien, Fran? – le pegunto a un compañero de la facultad, que comenzó a estudiar física un año después que yo y que está también en su último curso.

- ¿Cómo sabes que soy yo? – me pregunta molesto.

- Compartimos algunas clases desde hace más de tres años – le doy una escueta respuesta, porque hace una hora que me llamó Carmen para invitarme a almorzar y quiero terminar lo que tengo que hacer antes de ir a nuestra cita y así tener la tarde libre.

- ¿Estás solo?

- Ahora que has llegado tú, no – bromeo.

- Te crees muy gracioso, ¿verdad? Pero claro, cómo no serlo, si te han dado un puesto que era mío por el simple hecho de ser ciego – me echa en cara.

¡VOY CIEGO! - TERMINADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora