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Regresar a la escuela fue el paso más difícil de toda la ecuación. Al pasar una semana y aunque yo no lo hubiese divulgado estaba claro que no solo mi mejor amiga sabría de lo sucedido. Por alguna razón eso me ponía incómoda. No deseaba que nadie me preguntara nada al respecto.

De todas formas las miradas lastimeras no se pueden guardar por siempre. Desde el primer pie que puse fuera del auto de mi abuelo comencé a sentir miradas por todos lados, incluso la prefecta a la que tanto gusto le daba reprocharme pareció guardarse cualquier comentario imprudente.

Yo solo quería sentarme en mi lugar y actuar como si nada hubiera pasado, entregar mis trabajos, hablar con mis amigas e intentar fingir que todo era normal. Pero nadie me lo puso fácil. Primero fueron mis amigas, asfixiandome en condolencias, abrazos y preguntas que no me moleste en contestar. Después, fueron mis compañeros mirándome fijamente, como si intentaran comprender cómo es que se ve alguien que acaba de perder a su padre. Y por último, mis maestros, tratándome como si cualquier cosa pudiese hacerme daño, lo cual era una estupidez porque nada podría doler tanto como lo que había sucedido la semana anterior. Nadie pidió mis trabajos a pesar de que les dije que los tenía hechos, dijeron que no había necesidad, que todo estaba bien, pero no estaba bien porque había perdido horas de llanto en poder terminarlos.

Mientras más avanzaban los dias más molestia sentía. No quería estar donde no me trataran con la normalidad que deseaba, pero tampoco quería estar en casa, donde ninguna cálida bienvenida me esperaba. Estar en medio de decenas de pares de ojos que miran cada movimiento que haces es desesperante, hacen sentir que esperan una reacción de ti, sin saber cuál, lo más lógico es que esperen que llores o que te veas decaído. Lo cual al final termina resultando en un nudo en la garganta porque en el fondo del estar bien se encuentran los sentimientos sin resolver.

Todos los días durante mi semana de regreso fueron así, no pude escaparme ni una sola vez porque todos querían estar para mí, quizá querían ser la persona que ayudó a la pobre niña huérfana de padre, pero a mí no podía importarme menos cuando lo único que deseaba era soledad. Si alguien me hubiese dado un poco de paz, sin duda le habría entregado el título de la persona que ayudó a la chica desamparada.

En lo único que tuve suerte en ese entonces fue que por alguna razón divina nadie se enteró de que mi padre tenía otra hija. Al parecer el hecho de que estuvo con alguien en el accidente corrió como un rumor, y aquella variable llamada Kang Haerin no formó parte de ello. Pude estar tranquila por eso, aunque a mis espaldas aún escuchaba sobre la otra persona involucrada en el auto y que esa persona no éramos mi madre o yo.

Sobrevivir a aquello no fue un trabajo agradable. Cada vez me sentía más enfadada con el mundo y tenía menos ganas de hacer las cosas bien. Solo tenía que soportar tres semanas más para poder decirle adiós a la escuela y a todos dentro de ella, así que no me esforcé por cambiar mi actitud hosca y desenfrenada.

Mi padre falleció a finales de Enero y yo ya me encontraba a mediados de Febrero, lo cual me pareció una locura porque no tenía idea de cómo es que el tiempo podía pasar tan rápido e importarme tan poco. Comenzó a preocuparme el que haría cuando se cumpliera un año, porque si el tiempo seguía pasando de la misma forma que esas dos ultimas semanas significaba que en tres parpadeos más estaría diciendo <<Feliz año nuevo>> por medio de una historia de Instagram.

Me resultó aún más preocupante creer que un año no sería suficiente para poder mejorar. Solo pensaba en que mientras más días pasarán más extrañaría mi vida.

Tampoco podía entender que me sucedía, por la general era una persona alegre y despreocupada, pero en los últimos días parecía ser un pequeño demonio, incluso sentía esa diferencia en mi corazón que parecía estar siempre apretujado. De todas formas no me preocupe por revisarlo, a veces me resultaba mejor terapia ignorar todo lo que pasaba antes que identificar qué me acomplejaba. Y fue un error no resolver esos sentimientos porque cuando nos acercamos al primer mes desde el fallecimiento de mi padre ocurrió la siguiente marca de mi vida.

El primer día de la última semana de clases, cuando ya podía saborear un poco de paz, al llegar a casa me topé con una señora saliendo de la misma. Intrigada deje mi bicicleta olvidada y entre lista para preguntar quién era la señora vestida de traje. No me esperaba encontrarme con los ojos de mi padre, con mis propios ojos. Kang Haerin estaba en mi casa.

Parada aún en la entrada no pude evitar quedar impresionada y algo asustada. No podía apartar mis ojos de ella. ¿Qué hacía allí? ¿qué estaba pasando? ¿qué significaba su presencia? ¿mi mamá, qué sentía? ¿tenía que ver algo aquella señora de traje? ¿tenía mucha hambre o solo estaba sufriendo un ataque ansioso? ¿dónde estaba mi abuela? ¿por qué nadie estaba corriendo a la intrusa?

—Sube y no salgas, hablaremos más tarde. —le dijo mi madre, y después me miró con una angustia descomunal impregnada en su rostro.

Cuando Kang Haerin estuvo fuera de mi radar camine hasta mi madre y mi boca comenzó a decir todas las preguntas a la vez, no terminaba una cuando comenzaba la otra, y no comenzaba la otra hasta que no terminaba una.

—¿Qué hace ella aquí? —formulé finalmente.

Mi mamá suspiró con fuerza, pellizco el puente de su nariz y sin contestarme comenzó a buscar algo entre los cojines del sillón.

—¿Mamá? —la llamé pero parecía bastante frustrada. Luego su rostro se relajó al encontrar una caja de cigarrillos, cambió a una expresión más enfadada.

—La que está arriba es tú media hermana, Kang Haerin.

—Eso lo sé.

—Pues que inteligente.

—¿Qué más?

—La que se fue por la puerta es una tal Ha So-algo y trabaja en servicios sociales. Y antes de ella me llamó un Albacea, por sí no sabes que es, es un hijo de perra que trabaja en testamentos, y resulta que el Señor Lee tenía una última voluntad —ella comenzó a reírse y yo comencé a tener miedo, además pobre Albacea, qué culpa tenía—. ¿Puedes creerlo? tu padre tuvo la decencia de hacer una puta última voluntad. —Realmente no parecía estar hablando conmigo.

—Creo que mejor me voy a mi cuarto.

—Espera, esa no es la mejor parte. Dejó unas estúpidas cartas y no pueden dármelas por un estúpido juego de niños que planeo, ¿que se creía? ¿que iba a estar feliz de que me engaño y querría jugar sus estupideces? ah y no solo eso, también me dejó la custodia de su otra hija, porque responsabilidad ante todo.

—¿Un juego?

—No como tal, más bien tenemos que cumplir con algunos requisitos para que nos entreguen las cartas, y no me preguntes cuáles son porque mandé a la mierda al Albacea —de nuevo, pobre hombre—. Luego de la llamada no tardaron en traerla aquí y voltear la casa arriba en busca de algo que diga que no puedo criar niños.

—¿Y no puedes negarte?

—No, es complicado porque al parecer tu padre no escogió tan bien a su otra esposa, el tonto no se dio cuenta de que no tenía familia o no le importo y ahora esa niña a la única familia que tiene es a ti y para su desgracia yo tengo su custodia. Además tú abuela no me dejó echarla a la calle, de hecho debe estar en camino para asegurarse de eso —dió otra calada al cigarrillo, puso una mano en su rostro y después suspiró con mucha fuerza—. Mejor ve a tu habitación porque ya dije muchas cosas de las que me arrepiento y no quiero decir más. No salgas hasta que tú abuela vaya por ti.

Sin apartar la vista de ella, aún muy impactada, subí al segundo piso y antes de entrar a mi habitación miré la puerta que estaba frente a la mía, la habitación de invitados que al parecer ya no sería de invitados, sino de Kang Haerin. No pude evitar el deseo de entrar, pero si pude evitar ponerlo en acción. Entré a mi habitación y me eche en la cama con la mente tan en blanco como nunca antes.

Sempiterno 《Lee Hyein + Kang Haerin》 NewjeansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora