Capítulo 18.

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—Han pasado tantas cosas

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—Han pasado tantas cosas. —Nick le dice quedo, mientras sus dedos dibujan círculos sobre el abdomen del alfa.  

—¿Cómo cuáles?  

—No lo sé. —hay un suspiro. —Me refiero al exterior, lejos, en la ciudad.  

Taylor hace un ruido con la boca y tiene que buscar una nueva posición para verlo. Están acostados, el alfa sobre la almohada y él entre sus brazos, sobre su pecho.  

—Supongo que sí. —lo mira. —¿A qué viene eso?  

—Aquí dentro se siente como si nunca hubiera pasado nada.  

No ha dimensionado en lo poco que ha pensado en el exterior, como si todo hubiera desaparecido desde que entró en Castrum, y es que, fuera, su vida no era tan mala.  

No como para que fuera olvidada.  

No siente ser capaz de volver a integrarse. ¿Cómo volver? Piensa en sus amigos, los cuales no saben nada, ni él de ellos, piensa en su mascota, en su madre...  

Simplemente, desapareció un día sin dejar un aviso, un rastro y se quedó inmerso en aquel enorme bosque, dentro de aquella cabaña.  

—Han pasado cosas aquí. —el alfa le deja caricias sobre la piel, específicamente sobre la cintura.  

Se estremece bajo el tacto y asiente.  

—Sí. —quiere decirle muchas cosas, pero lo único que puede hacer es suspirar.  

Lo ha hecho tantas veces, que se convence de que los suspiros son besos perdidos.  

Sí que han pasado cosas, pero cuando se mira al espejo se ve a él mismo, cuando habla con Taylor y se ríe, cuando se levantan para cocinar juntos y vuelven después de un largo día para dormir, él seguía siendo él, allí dentro.  

Va a doler, lo sabe, porque cuando estás tan enamorado de alguien y tienes que dejarlo ir, nunca dimensionas qué tan fuerte puedes caer cuando te sueltes.  

—Quiero seguir contigo —hace una pausa y siente a Taylor moverse, así que se incorpora sobre la cama para mirarlo. —, pero no sé cómo hacerlo.  

—¿A qué te refieres?  

¿Era posible sufrir más en la mente, qué en la vida? Porque siente que sí. Siente que todos los días algo se muere de a poco, pero no logra vivir el duelo, porque en la cabaña, entre aquella calidez que le generaban los brazos de Taylor, nada dolía, pero no significaba que la herida no fuera aumentando.  

—Te quiero.  

Se ha convencido a sí mismo que debe ser honesto, que decir lo que siente no arruinara aquella conexión que parece tan real.  

—¿Qué dijiste?  

—Dije que te quiero. —hay una sonrisa en el rostro del alfa, así que no le causa malestar volver a decirlo. —Te quiero.  

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