Elena escuchó el timbre de la puerta y se levantó de la cama. Dejó al bebé en la cuna y salió de la habitación. Se dirigió hacia la sala, donde estaba el oficial García, que le sonrió al verla.
-Hola, Elena -la saludó con amabilidad-. ¿Cómo estás?
-Hola, oficial García -la saludó con simpatía-. Estoy bien, gracias.
-¿Y el bebé? -preguntó el oficial García con curiosidad.
-También está bien -respondió Elena con orgullo-. Está durmiendo.
-Me alegro -dijo el oficial García con una sonrisa-. Es un niño muy bonito.
-Gracias -dijo Elena con una sonrisa-. Es mi niño.
El oficial García asintió y se acercó a la puerta. Miró por la mirilla y vio a dos personas afuera. Una era una mujer mayor, de cabello cano y ojos verdes. La otra era un hombre joven, de cabello negro y ojos azules. Ambos llevaban maletas y bolsas.
El oficial García reconoció a la mujer. Era la madre de Elena, que había venido desde México para verla y acompañarla. El oficial García no reconoció al hombre. No sabía quién era, ni qué hacía ahí.
El oficial García abrió la puerta y los saludó con cortesía.
-Buenos días -dijo con voz profesional-. ¿En qué puedo ayudarles?
-Buenos días -respondió la mujer con voz alegre-. Somos la madre y el hermano de Elena. Venimos a visitarla.
Elena escuchó las palabras de la mujer y se sorprendió. Reconoció la voz de su madre, pero no la del hombre. No sabía que tenía un hermano, ni que venía con ella.
Elena se acercó a la puerta y vio a las dos personas que estaban afuera. Vio a su madre, que estaba igual que siempre, pero más cansada y más feliz. Vio al hombre, que era guapo y simpático, pero desconocido y extraño.
Elena se quedó sin palabras al ver a esas personas. No sabía qué decir, ni qué hacer. No sabía cómo reaccionar ante esa visita inesperada.
-Hola, mamá -dijo Elena con voz emocionada.
-Hola, hija -dijo su madre con voz amorosa-. Te presento a tu hermano.
-Hola, Elena -dijo el hombre con voz amable-. Soy tu hermano.
Elena se quedó sin palabras al escuchar esas palabras. No podía creer lo que escuchaba. ¿Su hermano? ¿De dónde había salido? ¿Qué hacía ahí?
-¿Qué? -preguntó Elena sin entender.
-Sí, hija -dijo su madre con voz nerviosa-. Tienes un hermano. Se llama Carlos. Es hijo de tu padre y de otra mujer. Lo conocí hace poco, cuando fui a buscar a tu padre para contarle lo de tu embarazo. Me contó toda la verdad, me pidió perdón, me presentó a Carlos... Fue una sorpresa para mí, pero también una alegría. Carlos es un buen chico, muy educado y muy cariñoso. Quería conocerte, quería verte, quería ayudarte... Por eso vino conmigo.
Elena se quedó sin palabras al escuchar esas palabras. No podía creer lo que escuchaba. Su padre le había sido infiel a su madre. Su padre tenía otro hijo con otra mujer. Su padre había ocultado ese secreto durante años.
Elena sintió una mezcla de emociones contradictorias. Sentía rabia, tristeza, decepción... Pero también sentía curiosidad, sorpresa, esperanza... No sabía qué pensar, ni qué sentir.
Elena miró a su madre y vio que estaba nerviosa y avergonzada por haberle ocultado esa verdad. Elena miró a su hermano y vio que estaba ansioso y emocionado por haberla encontrado.
Elena no sabía qué hacer. No sabía si abrazarlos o rechazarlos. No sabía si aceptarlos o ignorarlos.
Solo sabía que tenía una familia.
Y que esa familia iba a cambiar su vida para siempre.
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La fuga de la reina
RomansaElena es una joven mesera que sueña con una vida mejor. Su sueño se convierte en una pesadilla cuando es secuestrada por Alejandro Rossi, el jefe de la mafia italiana, que se ha enamorado de ella. Alejandro la fuerza a casarse con él, sin importarle...