John y Roger son novios. Novios estafadores. Estafadores para tontos: tienen un negocio de caza fantasmas.
Cuando son contratados por un multimillonario para identificar la presencia extraña que ronda por su mansión mientras él se va de viaje al ot...
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—Entonces... pudiste hablar con él, cuéntame cómo te fue, lo quiero saber todo.
Dominique, la médium que trabaja para Freddie, es un sol. Es de esas personas que transmiten energía positiva pura, y se encuentra realmente interesada en el caso del rubio. Ella trabajaba, a fin de cuentas, sintonizándose con los espíritus desde que tuvo un accidente en la finca de sus abuelos. Ella juraba, a pesar de que sus padres y tíos y hasta su hermana la tachaban de loca, que cuando despertó tras haber sido pateada en el estómago por uno de los caballos, vio a su abuela, que había muerto cuando ella estaba entrando a secundaria. No la había visto en más de diez años, pero lucía exactamente igual a como la recordaba.
El golpe en su abdomen había sido fatal, eso le dijo la mujer con una sonrisa, pero también le dijo que no se asuste, que el hecho de que pudiese verla no era una mala señal, pero quería en serio saludarla, y no iba a morir si optaba por luchar, que no siga la luz, y eso hizo. Despertó de ese coma dentro de una ambulancia con los paramédicos descargando electricidad en su pecho con el desfibrilador.
Luego de eso, escuchaba cosas, veía cosas y decidió explorar ese otro mundo, que solo una experiencia cercana a la muerte podría posibilitar. El instante en el que el rubio le dijo que según su novio había muerto, y le narró su sueño, supo que había tenido una experiencia similar; y si vio a Brian en dicha experiencia, entonces era porque el fantasma estaba interesado en contactar con él, y ayudarlo.
De la última vez que hablaron quedaron en verse dentro de dos semanas. Roger optó por verse un viernes, una semana y media después del incidente que tuvo con Brian donde pudo verlo, puesto que quería darse un tiempo para ver si en efecto fue real u otra de sus locas fantasías. Y, sin embargo, si bien no tuvo la oportunidad de volver a mirar esos dulces y serenos ojos, lo sentía; lo sentía cerca, y sentía a veces que rozaba su costado cuando estaba parado en la cocina hablando con John, o lo sentía sentado al lado suyo cuando estaban viendo una película. O junto a él cuando dormía, abrazado contra su espalda, y era feliz.
Esperaba sentir sus labios, pero después de tan solo un par de semanas, eso era mucho pedir. Era su mano la que se entrelazaba constantemente con la suya, nada más.
Era Brian, nunca otro de los fantasmas, porque el rizado tomaba su mano, y esa sensación de felicidad lo envolvía, mucho más que la sensación de costumbre que le dejaba tener su otra mano junto a la de su novio. Estaba siendo cínico, pero la culpa se le iba el instante en el cual abría la boca para tratar de contarle a John lo que sucedía, y cómo se sentía, y este se ponía a gritar a penas la palabra 'fantasma' salía de su boca. Era imposible hablar con él, y por ello se iba donde Brian, quien con la dulce melodía de su arpa respondía como podía a sus preguntas, y eso le era suficiente para olvidarse de lo infeliz que se sentía cuando John optaba por marcharse de la casa tras otra de sus discusiones.
—Lo pude ver, en frente mío —dice, y si bien la médium parecía siempre estar adelantada a él en varios temas, esta fue la primera vez que lo miró con confusión pintada en el rostro, y la vio reír con cierto deje de inseguridad —. ¿No es eso normal entonces?
