CAPÍTULO 53

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CAPÍTULO 53

La mañana sorprendió a Giselle y Shirley abrazadas plácidamente en la cama del cuarto de esta última. Como era habitual en ella luego de una noche de buen sexo, Giselle durmió bastante bien, pero evidentemente no mejor que su acompañante pues cuándo se despertó y se levantó, Shirley permaneció en su sitio, totalmente inalterada. Giselle se tomó incluso la libertad de darse un baño, lavarse meticulosamente, secarse el pelo, peinarse y vestirse, y luego de todo eso Shirley continuaba cómodamente recostada sobre su costado derecho y sus ojos cerrados. Incluso tenía la boca un poco abierta, y parecía que había manchado un poco de saliva su almohada.

«Qué sueño tan envidiable» pensó Giselle divertida. Se veía tan a gusto que consideró la posibilidad de no despertarla y sólo irse, pero ella usualmente no era del tipo de escabullirse a hurtadillas a la mañana siguiente, al menos de que fuera con alguien con quien tuviera mayor confianza como Bárbara... o Nicole.

Giselle se aproximó entonces a la cama, se inclinó hacia Shirley y la tomó con cuidado de su brazo.

—Shirley, hey... ¿estás despierta? —susurró con suavidad, mientras la movía levemente. La chica de Ciudad Mirage se agitó un poco, soltó un gemido de queja, y luego giró el rostro hacia ella sobre su hombro, pero sin abrir aún sus ojos.

—¿Qué? ¿Qué pasó...? —susurró con voz distraída y adormilada.

—Nada, nada, tranquila —le respondió Giselle con un manso susurro—. Me tengo que ir, pero tú sigue durmiendo, ¿de acuerdo? La pasé muy bien, gracias.

—Sí... sí... yo igual —masculló Shirley entrecortada, y luego se giró de nuevo para recostarse sobre su costado, adoptando casi la misma postura exacta.

—Te veo esta noche en la boda, ¿está bien?

—Sí... la boda... —pronunció Shirley por último, y casi al instante pareció volver a quedarse tan profundamente dormida como hace un rato.

Giselle rio divertida. Era probable que no recordara en lo absoluto esa fugaz conversación al despertarse, pero al menos eso ya no quedaría en la consciencia de la diseñadora.

Se colocó entonces sus zapatos, tomó su bolso y se dirigió presurosa hacia la puerta, cuidando de no hacer demasiado ruido al hacerlo, aunque dudaba que incluso la alarma de incendios pudiera perturbar el sueño de esa chica.

— — — —

Ya sola y afuera de la habitación, poco a poco la realidad de la que Giselle había estado prácticamente escapando comenzó a arremeter contra ella. Y para cuando estuvo montada en su taxi, lo único que la acompañaba eran sus pensamientos; no una muy buena compañía esos días.

Esa noche era la boda de Jessica y Lucas, el momento que tanto había estado esperando, y a la vez temiendo. ¿Qué sería de ella luego de terminado ese evento? Tendría que volver a casa sola, a encarar la vida sin Jessica en ella, o al menos no como antes. Encarar los problemas que había estado ignorando allá, escudándose en tener que enfocarse únicamente en el vestido de novia de su mejor amiga. Tenía que arreglar las cosas con Bárbara; no podía seguir peleada con su única amiga de confianza en la ciudad por tanto tiempo.

Y, lo más importante, tendría que enfrentar a Nicole.

Pero, ¿qué le diría exactamente? ¿Qué era lo que quería que pasara? Había evitado pensar en ello todos esos meses, y justo anoche, en el peor momento posible, su mente le hizo una mala jugarreta. En otras circunstancias podría haber concluido que no significaba nada. Sólo un pensamiento fugaz que le cruzó en un instante en el que su mente no podía considerarse del todo confiable.

La Chica del Otro BalcónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora