31. La promesa de Toni

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[ Sekai no Yakusoku - La promesa del mundo.]


J A C K   P O I N T  O F   V I E W

— ¿¡Dónde esta mi mujer?!
— ¡Un tranquilizante, por dios!
La doctora estaba desquiciada con mi caso, esta vez no era una simple regresión, la había visto y ella me había salvado, no era un sueño.
¡Joder, no era un maldito sueño!

Me deshice de la vías, habían pasado dos días desde que me internaron en una habitación de máxima seguridad en el hospital, los pasé en cama hasta que recobré fuerzas increíblemente rápido, aunque no comparado con antes.
Aunque claro, antes no tenía cáncer.
— No podemos darle más tranquilizante, esta muy débil. 
La enfermera estaba discutiendo mientras intentaba que no me levantara de la cama, no tenía tantas fuerzas así que podía soportarlo y para mi era muy difícil hacer movimientos bruscos, veía todo en una cámara lenta muy pesada, apenas tenía visibilidad.
— ¡No te muevas, no ves que no puedes!
Como desde los inicios con las enfermeras, perdían la paciencia conmigo y es que era demasiado determinado y testarudo como para abandonar mis impulsos de salir corriendo a por algo que ni siquiera existe.
No era ansiedad, era necesidad.

— ¿Qué quiere que haga si no podemos ponerle tranquilizantes? ¿¡Que lo atemos?!
Hace unos momentos, antes de que me intentase mantener acostado le había metido un puñetazo con bastante mala baba, entendía el por qué de su histeria, podía ver la rojez en uno de sus pómulos pero en estos momentos no me compadecía por haberle pegado a una mujer.
Que me insulte, que me golpee, yo solo quiero ver a mi familia.
— ¡Como me intentéis atar os juro que os mato!

Se miraron entre ellos y a la vez, sin haberse dado indicaciones el uno al otro, empezaron al mismo son, me tomaron de los brazos y me los estamparon uno a cada lado de mi cabeza, me puse a gritar, intentando conseguir la fuerza necesaria por mi boca para zafarme.
Después de haber salido de semanas de tortura lo último que quería era pasar otra semana atado de pies y manos. 
— ¡¡¡GUSTABO!!!!!
Las puertas se abrieron instantáneamente, apareció aquel chico rubio que Julia había parido, era la primera vez en semanas que lo veía y ahora estaba aquí, rescatando a su ahora, débil padre. Su rostro expresaba compasión, pero por alguna razón estaba paralizado a los pies de mi cama y ni siquiera parecía alegrarse de verme de nuevo. Todo el humo desapareció, ver su rostro me había hecho salir de esa regresión y entrar en razón.
Era imposible que Julia me hubiera salvado, era imposible que ese niño que cargaba ese pequeño tren rojo en sus manos, fuera Matty, solo había sido un espejismo y su expresión era más sincera y transparente que el mar. 
Abrí mi boca como si el líquido salino que había chupado mi lengua en la playa me hubiera dado sed, dejé de ejercer fuerza y volví a recostarme sobre la almohada para dejar de sentir dolor.

— Ha parado... Jack ¿Le reconoces? — Preguntó la enfermera de cara "astillada".
No tardé en asentir, aún sintiendo que estaba ante un desconocido, mi deseo de verle era mucho más fuerte que cualquier pensamiento intrusivo que aconteciera en mi mente.
— Sí, es mi hijo.
Me soltaron pegando un suspiro y ni siquiera me moví, de repente, cuando estaba relajando todos mis músculos sentí alivio, todo mi cuerpo estaba sin dolor por primera vez aunque inevitablemente estuviera cansado.
— ¿Podrían dejarme con mi padre a solas?

Los médicos después de aceptar la solicitud se marcharon y Gustabo se sentó en el sillón al lado de mi cama. Lo seguí con la mirada y lo único que quería decirle era la verdad.
— Esa carta...
— Sé que no era verdadera, no te preocupes por eso.
Había algo que le carcomía, lo sabía desde el momento en el que lo vi entrar y lo único que pude hacer era abrazar su mano con la punta de mis dedos, estaba caliente, lo suficiente como para calentar mis manos. El lo adivinó cuando sintió el frío de esta, se agarró a ella con firmeza y la calentó poniéndola entre sus dos manos, el tacto era suave y emitía más amor del que yo alguna vez había podido soportar.

— Estoy muy feliz de verte, hijo.
Cuando lo llamo así parece darle patadas el corazón, cierra los ojos por unos segundos y esta vez muestra una expresión sonriente, aunque no una verdadera alegría.
— Yo también, lo siento por no encontrarte a tiempo. — Suelta mi mano, por alguna razón ya no me mira a la cara y en ese momento solo puedo tratar de adivinar la solución a su tristeza.

Me siento en la cama emitiendo un gemido de dolor por tener tantas heridas cosidas, mi rodilla dolía más de lo normal, pero no era el momento de decirle que quizás mi cuerpo no aguantaría los años que yo le había prometido.
— Estoy orgulloso de ti, Gustabo, eres la persona más importante de mi vida.

Parecía atragantarse mientras intentaba disimular la agonía con su tos nerviosa. Mi mano que tenía acumulado el calor de Gustabo se juntó con la opuesta para templar la otra. No sabía por qué pero desde que tenía esta enfermedad, mi cuerpo permanecía en un estadio invernal infinito, el cual solo el calor humano podía sanar. 
— No te disculpes, por ti me he mantenido fuerte.

Me miró a la cara después de todo este rato que llevaba sentado a mi lado, mi rostro a diferencia de años anteriores, era tranquilizador, amoroso y sobre todas las cosas, sincero.
— Jack.

Decir mi nombre y no "papá", me había confundido a lo que mi rostro cambió de nuevo a uno más serio aunque no carente de cariño.
— No puedo.
Incliné la cabeza mientras fruncía la mirada.
— ¿No puedes qué, hijo?
— Yo no...

Las manos le temblaban y parecía que el cuello de su camisa le ahogaba lo suficiente como para no poder completar la frase, susurró algo que ni siquiera yo pude entender, lo único que veía eran sus lágrimas salir de sus ojos mientras apretaba sus dientes manteniendo su boca abierta, estaba perdiendo los estribos de sus emociones.
— No soy una buena persona...
Su garganta crujía a cada segundo, el se cubrió la boca y bajó su cabeza a la altura de las rodillas y lo único que podía ver era su cabello rubio como el oro, sin poder levantarme a causa del dolor de mi rodilla, acerco mi tronco hasta el extremo del lateral de la cama para acercarme lo más que puedo a abrazarle aunque fuere su cuello, pero lo único a lo que llego es a acariciar su cabello.


T O N I     P O I N T    O F    V I E W


No podía hacer esto, no podía engañarle, era mucho mejor persona de lo que yo alguna vez pudiera llegar a ser, trataba de ser mejor por su hijo y yo no era el que merecía ese cariño, lo merecía Gustabo, el verdadero.
— Eres mi tesoro, Matty.
— Soy un monstruo... ¡Eso es lo que soy!
No podía venderme, aunque realmente quisiera morir aquí y ahora, hacerlo supondría vender a toda la mafia por que este hombre no dudaría en sacarme toda la información y torturarme durante años por haber matado a su hijo, vender a la mafia no era una opción.
Solo podía sincerarme con el entre líneas, por que algo como lo que estaba haciendo era impensable para el.

La puerta de la habitación se abrió y Horacio apareció, en ese momento me di cuenta, me di cuenta de que a partir de la muerte de ese hombre, mi vida jamás iba a ser recuperada.
Mi camino 
Mi promesa 
Y mi delirio

Era la muerte.




Voz Silenciosa - Jack ConwayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora