castigados

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El día siguiente, la dirección de la escuela tomó medidas contra la intimidación de Francisco y sus amigos. Los tres fueron castigados y asignados a la tarea de ordenar la biblioteca durante el mes siguiente.

Esa tarde, mientras estábamos en la biblioteca, Loreto y yo compartimos miradas cómplices. Después de un rato, se acercó tímidamente y comenzamos a hablar. Parecía que, a pesar de las dificultades, algo bueno estaba surgiendo.

Pero la paz no duró mucho tiempo. Francisco, lleno de ira, se acercó a mí.

- ¿Crees que esto cambiará algo? ¿Crees que Loreto te preferirá a ti, el perdedor?

Esta vez, algo en mí se encendió. No estaba dispuesto a dejar que sus palabras me afectaran. Respondí con confianza, recordándole que el cambio no siempre es malo.

Hubo un momento de tensión antes de que finalmente, con rabia en sus ojos, Francisco se retirara.

Con el corazón aún latiendo rápido, me acerqué a Loreto y le dije sinceramente lo que sentía. Para mi sorpresa, sus ojos se iluminaron y, en un gesto inesperado, me besó suavemente.

La biblioteca, que antes estaba llena de tensión, ahora se llenó de la promesa de algo nuevo. A medida que Francisco y sus amigos se alejaban derrotados, Loreto y yo empezamos a escribir nuestra propia historia, una que estaba llena de valentía, superación y, por supuesto, un toque inesperado de romance.

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