En Corinto siempre había algo que hacer, más ahora que solamente faltaban dos semanas para que septiembre llegase, pero tal parecía que los dioses confabularon en contra de ella para que en ese momento estuviera rodeada por sus amigas.
Tras aquel día cuando se encontró de frente con el grupo de atenienses no volvió a salir de su habitación, tenía un harto miedo de encontrarse de frente con ellos que prefirió mejor refugiarse bajo las frazadas que estaban desperdigadas en su habitación, esa mañana cuando su madre tenía apenas seis minutos de haberse ido escuchó que llamaban a la puerta. Fueron simplemente dos toques suaves, pero para al delfiense parecieron fuertes y autoritarios. Agatha dejó el cuchillo sobre la encimera junto al tomate que estaba cortando; luego espero y los toques se escucharon de nuevo, estaba seriamente pensando en hacerse de oídos sordos pero esta vez los toques fueron más fuertes por lo que resignada tomo la charola y se acercó para abrir siendo derribada casi al instante.
—¿Y entonces?— Korë estaba de brazos cruzados y de pie al otro lado de la mesa, estaba tan ansiosa por los anteriores acontecimientos que no lo pensó mucho para volver a interrogar a la menor.— ¿De donde Heraclio te conoce?
—Ufff, dios— Con un suspiro largo y fastidiado la delfiense se reclinó un poco de la silla.— Lo conocí cuando Egan me lo presentó como un amigo— Respondió, de una manera sintética y precisa, sin embargo, al ver de nuevo aquellos ojos grises supo que aquello en particular no era lo que la espartana quería escuchar.— Bueno, los conocí cuando estuve en Atenas, Calixto fue un gran amigo al igual que Heraclio y Egan...
—¿Y Egan...?— Daira le animó, llamándole un poco la atención aquella expresión algo decaída a de la mayor.
—Y Egan fue un idiota— Murmuro al momento en que ladeaba el rostro hacia un lado, se suponía que la herida había sanado, estaba superado, pero entonces no entendía como en ese momento sentía sus ojos picar ante el agua salada que poco a poco se acumulaba.
—¿Solo un idiota nada mas, Atha?— Inquirió esta vez la africana al momento en que apoyaba su mano en el hombro de la contraria.— Sabes que puedes contarnos lo que quieras, no vamos a juzgarte.
Agatha le miró, luego sus ojos marrones pasearon por el rostro de las tres chicas que estaban sentadas alrededor de la mesa y al final no pudo evitar que una lágrima silenciosa saliera de sus ojos para deslizarse por la mejilla.
Les contó sobre ese chico de la piel bronceada con el cabello ensortijado y café, por supuesto que también de esos bellos fanales avellanos que estaba segura nunca olvidaría por el resto de su vida. Les contó de las promesas a futuro, de las risas y besos suaves que terminaron sacando una risa juguetona al recordar los buenos tiempos al lado del ateniense, pero al final se borró, el recuerdo de aquella amarga noche en el campamento le asaltó de repente haciéndole morder el labio inferior con nervios.
—Pero al final, el cuento de hadas termino— Con una sonrisa que denotaba tristeza trato de hacerse la fuerte.— Creo que tan solo transcurrieron un par de meses en que volvimos, pero al final terminamos.
—Ay, pero que romanti... Espera ¿¡Que!?— Con una clara exaltación la corintiana menor apoyó sus manos sobre la mesa y se inclinaba un poco hacia adelante.— ¿Y las citas empalagosas? ¿Los días de campo? ¿Los aniversarios románticos? ¡¿El matrimonio!?— Inquirió con una expresión igual o peor que la de su amiga.— Yo si quería verlos por las calles de Corinto o Atenas paseando tomados de la mano.
Y ante su comentario Agatha apretó sus labios, «Yo también quería pasear toda mi vida mientras sujetaba su mano» sin embargo, se ahorró su comentario; pues para desgracia de todos no iba a poder ser por culpa de la pasión desenfrenada de una noche que el lindo chico de ojos avellanos se dispuso a tener.
Mientras Daira junto a Maia consolaban a la mayor Zendaya se encontraba de brazos cruzados y el ceño fruncido, algo no le cuadraba y a juzgar por la mirada achicada que Korë le había echado supuso que no estaba del todo errada. Aún había algo que faltaba por saber.
—Terminaron— Dijo la chica de piel morena y ojos onix.— ¿Por qué? ¿Acaso discutieron por algo?
La delfiense se detuvo, recordó con algo de vagancia la primera discusión que tuvieron y por la cual terminaron, luego rememoró aquella reconciliación en la tarde mientras tomaban un pequeño aperitivo, por último de una manera algo borrosa se le vino la imagen de Egan besándose con la extranjera de cabellera rubia, sintió como el estómago se le removió de tan solo pensarlo y percibió que cualquier momento vomitaría, sin embargo, con un semblante neutro y los ojos marrones algo inquietos respondió.
—Terminamos por tonterías.
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ᴛᴡᴏ ᴛᴡɪɴ ғʟᴀᴍᴇs ᴅᴇsᴛɪɴᴇᴅ ɴᴏᴛ ᴛᴏ ʙᴇ ᴛᴏɢᴇᴛʜᴇʀ
Novela Juvenil«𝐅𝐢𝐠𝐮𝐫𝐚́𝐬𝐞𝐦𝐞, 𝐪𝐮𝐞 𝐡𝐚𝐬𝐭𝐚 𝐚𝐡𝐨𝐫𝐚 𝐥𝐨𝐬 𝐡𝐨𝐦𝐛𝐫𝐞𝐬 𝐡𝐚𝐧 𝐢𝐠𝐧𝐨𝐫𝐚𝐝𝐨 𝐞𝐧𝐭𝐞𝐫𝐚𝐦𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐞𝐥 𝐩𝐨𝐝𝐞𝐫 𝐝𝐞𝐥 𝐚𝐦𝐨𝐫; 𝐩𝐨𝐫𝐪𝐮𝐞 𝐬𝐢 𝐥𝐨 𝐜𝐨𝐧𝐨𝐜𝐢𝐞𝐬𝐞𝐧, 𝐥𝐞 𝐥𝐞𝐯𝐚𝐧𝐭𝐚𝐫𝐢́𝐚𝐧 𝐭𝐞𝐦𝐩𝐥𝐨𝐬 𝐲 𝐚...