Observaba el delgado hilo que en medio del espacio negruzco danzaba a su alrededor enredándose y escurriéndose entre el infinito lugar donde apenas hondas acuosas se expandían en lo que supuso vendría siendo el piso.
Agatha había despertado, la cinta roja atada a su meñique seguía intacta igual que la primera vez, sin embargo, en esta ocasión no le siguió ni mucho menos el hilo le jalo, era como si el otro extremo estuviera conectado a la nada. Los recuerdos de las soterias le invadieron haciéndole recordar con vagancia aquella humillación que ambas chicas le hicieron a Egan frente a todos y su organismo no reacciono, no sintió amargura ni mucho menos enfado hacia aquello, se sintió tranquila como si se le hubieran hecho a cualquier extraño.
El hilo danzo, atrayendo así la atención de los fanales marrones que le observaron por un largo rato, con sutileza, la delfiense tomó entre sus manos la delgada cinta que serpenteando se extendía hasta quien sabe donde, con firmeza la jalo y nada ocurrió, con curiosidad y también intriga volvió hacer lo mismo antes de rendirse por completo.
—¿Estas segura de lo que piensas hacer?— Aquella voz sublime y fuerte que había escuchado en otra ocasión interrumpió el profundo silencio en cual la estancia se encontraba.— Si llevas a cabo tu pensar, podrías arrepentirte luego— Una suave brisa sopló de repente, los cabellos castaños se desarreglaron un poco y el peplo danzo junto al viento helado que le hizo erizar la piel. Frente a la chica se materializó aquella mujer con facciones de roble y sus ojos marrones igual a la caoba pulida.— Mortal, te lo pregunto de nuevo, ¿Estas segura de lo que piensas hacer?
—¿Por qué me lo preguntas dos veces?— Inquirió con un deje de curiosidad la delfiense.— Es solo un hilo que me ata a alguien que no es para mi.
—El hilo, te ata a tu persona destinada; aquella que es tu alma gemela— Respondió la misteriosa mujer, sus ojos caoba escudriñaron a la joven mortal que le mira mal.
—Por si no te has dado de cuenta, ¡Egan y yo somos dos almas gemelas destinadas a no estar juntas!— Exclamó con molestia al momento en que tomó entre sus manos el hilo y lo jalo con fuerza hasta el punto en que la delgada cinta se rompió.— ¿Lo ves? Es frágil y débil, no tiene resistencia ni mucho menos deseos de soportar la tensión.
—Toda relación es débil y frágil. Tu también lo eres, solo te haz hecho fuerte con las experiencias vividas, pero igual sigues siendo un polluelo— La mujer se inclinó y ante tal acción las ramas crujieron.— Las relación son iguales, crecen y se fortalecen conforme ambos van ganando experiencia— Tras su comentario el hilo rojo se fue acercando hasta que poco a poco las fibras destrozadas se unieran dejando un pequeño nudo en medio de la cinta.— ¿Lo ves?
—¡Pero una maldita infidelidad no la puedo perdonar!
Con molestia y dolor acumulado la chica comenzó a romper el hilo, tomaba la cinta roja entre sus manos y la jalaba con desespero. Una y otra vez. Una y otra vez. Las lágrimas caían de sus ojos, gotas saladas que nunca supo si fueron de tristeza contenida, enojo o frustración al ver que cada uno de sus intentos por separar su extremo del otro eran al vanos cuando las fibras sueltas comenzaban a juntarse hasta formar un nuevo nudo en el hilo rojo.
Al final, la chica cayó de rodillas abrazándose a sí misma. Esta vez era su alma quien lloraba dejando que los sollozos se mezclaran con los gritos de agonía que la situación le producían, sentía como si le estuvieran arrancando el corazón de cuajo, dolía como un infierno y ella solamente seguía derramando lágrimas mientras la cinta roja con diversos nudos danzaba alrededor de ella.
La mujer le observaba, mirándola desde arriba trataba de entender porque aquella alma le costaba tanto entender que ese chico era su destino, que tal vez no sería en aquel tiempo donde estuvieran juntos y lo más probable era que en la siguiente reencarnación fuera diferente, sin embargo, se detuvo. Nunca había intervenido en el poder divino de los dioses, pero esta vez quiso hacerlo.
La castaña solamente sintió como una brisa sutil le acariciaba las mojadas mejillas, cuando alzó la mirada se encontró de nuevo en aquel espacio negruzco, sola y en silencio. Le dieron ganas de llorar de nuevo, pero la repentina presencia de un objeto sobre su regazo le hizo prestar atención. Sus ojos marrones lo observaron, era unas tijeras doradas con una empuñadura que denotaba su antigüedad, la hoja lisa y sin ninguna imperfección; relucía con fulgor como si los halos de luz le estuvieran dando de lleno, Agatha parpadeo, de su mejilla escurrió una lágrima lastimera, tomó el objeto entre sus manos mirándolo por un instante antes de dirigir sus fanales hacia el hilo rojo atado en su dedo.
"¿Estas segura de lo que piensas hacer?" La interrogante volvió arrastrada por el viento suave de la nada, con su mano izquierda tomó entre sus dedos índice y medio tomó un extremo del hilo mientras que los tres restantes lo sujetaba de otro lado para dejar una pequeña separación donde la cinta roja se tenso un poco. La chica le tembló el pulso cuando tomó la tijeras y las acercó al hilo, se sintió repentinamente incapaz, pero en un acto impulso cerró sus ojos para cerrar las hojas del objeto sobre la cinta.
—Córtate— Susurro, como si con decir aquella palabra el hilo rojo no se uniera formando de nuevo un nudo.— No, no, no ¡¿Por que demonios te sigues uniendo?! ¡Ya no lo quiero más!— La castaña no tuvo reparo alguno, sin ápice de delicadeza cortaba cada vez más rápido la cinta sin darle tiempo alguno de repararse. Jadeando y frustrada observó de nuevo como todos sus esfuerzos eran en vano cuando las fibras terminaban de unirse nuevamente como si se estuvieran burlando de ella.— ¡Córtate! ¡Córtate! ¡Córtate! ¡No te unas de nuevo!
Gritaba y lloraba, intuía en lo más profundo de su ser que tal vez ella no quería romper el hilo rojo, sin embargo, su corazón dolía y pedía clemencia por el maltrato que estaba experimentando mientras su cabeza le daba punzadas certeras haciéndola sollozar con fuerza. Su mandíbula tensada y las tijeras entre ambas manos empuñada con molestia, los nudillos trigueños pasan a blancos por la fuerza contenida y rendida cayó al piso llorando con amargura, entre el aguacero que desbordaba sus ojos vio con molestia como la cinta delgada brillaba y danzaba frente a ella de forma burlona.
Agatha trato de respirar, mirando con enojo el hilo tenso la mandíbula sintiendo como los dientes dolían ante la presencia ejercida, aflojo la presión para tomar la tijera junto a la cinta y sin mediar momento cortó el hilo rojo.
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ᴛᴡᴏ ᴛᴡɪɴ ғʟᴀᴍᴇs ᴅᴇsᴛɪɴᴇᴅ ɴᴏᴛ ᴛᴏ ʙᴇ ᴛᴏɢᴇᴛʜᴇʀ
Teen Fiction«𝐅𝐢𝐠𝐮𝐫𝐚́𝐬𝐞𝐦𝐞, 𝐪𝐮𝐞 𝐡𝐚𝐬𝐭𝐚 𝐚𝐡𝐨𝐫𝐚 𝐥𝐨𝐬 𝐡𝐨𝐦𝐛𝐫𝐞𝐬 𝐡𝐚𝐧 𝐢𝐠𝐧𝐨𝐫𝐚𝐝𝐨 𝐞𝐧𝐭𝐞𝐫𝐚𝐦𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐞𝐥 𝐩𝐨𝐝𝐞𝐫 𝐝𝐞𝐥 𝐚𝐦𝐨𝐫; 𝐩𝐨𝐫𝐪𝐮𝐞 𝐬𝐢 𝐥𝐨 𝐜𝐨𝐧𝐨𝐜𝐢𝐞𝐬𝐞𝐧, 𝐥𝐞 𝐥𝐞𝐯𝐚𝐧𝐭𝐚𝐫𝐢́𝐚𝐧 𝐭𝐞𝐦𝐩𝐥𝐨𝐬 𝐲 𝐚...