Capitulo Uno: El príncipe ciego

766 56 3
                                        

Corría el año 1520. El gran sultán Selim I, conocido como el Severo, el Cruel y el Valiente, había fallecido, dejando el trono a su hijo Suleimán, quien con el tiempo sería llamado el Magnífico. Sin embargo, en su corazón, Selim siempre había deseado que su hijo menor, Osmán, lo sucediera. Pero la realidad era inquebrantable: Osmán había nacido con una rara condición en los ojos que le impedía gobernar, por lo que Suleimán era el único heredero legítimo.

Ahora, el nuevo sultán caminaba con paso firme hacia los aposentos de su madre para recibir sus felicitaciones. En la habitación ya lo esperaba su hermano menor, Osmán, sentado con serenidad junto a su madre y su hermana.

Cuando Suleimán cruzó la puerta, su presencia llenó la estancia con un aire solemne y poderoso. Su madre y su hermana lo recibieron con orgullo, pero fue cuando sus ojos se posaron en Osmán que su expresión cambió, suavizándose con afecto genuino.

—Me llena de alegría verte, Osmán —dijo Suleimán con calidez, posando ambas manos sobre los hombros de su hermano y dándole un leve apretón— Ha pasado demasiado tiempo. ¿Cómo has estado?.

Osmán sonrió, inclinando ligeramente la cabeza.

—Estoy bien, majestad. Y aún mejor ahora que vuelvo a escuchar tu voz después de tanto tiempo —Su tono era sereno, pero en su expresión había un atisbo de nostalgia— Querido hermano, deseo que tu sultanato sea largo y próspero, y que bajo tu mando, el imperio alcance grandeza.

Suleimán le sostuvo la mirada por un momento, como si quisiera grabar cada rasgo de su rostro en su memoria. Luego, con un gesto cariñoso, le dio unas suaves palmadas en los hombros.

—También lo espero, hermano —respondió con sinceridad— Que Alá nos guíe a todos.

Con esas palabras, Suleimán se despidió y salió de la habitación, encaminándose hacia sus aposentos para prepararse como el verdadero sultán del Imperio Otomano.

Osmán permaneció en la estancia unos instantes, en silencio. Había esperado mucho para reencontrarse con su hermano, y aunque la conversación había sido breve, sentía cierta paz en su corazón. Sin embargo, el peso de la realidad también lo envolvía: él nunca sería sultán.

Suspiró y decidió regresar a sus habitaciones, pero en mitad del trayecto cambió de opinión. Necesitaba despejarse, así que tomó rumbo hacia los jardines.

Al llegar, una suave brisa acarició su rostro, trayendo consigo el embriagador aroma de las flores. Cerezos en flor, lirios y jazmines perfumaban el aire con su dulzura. Cerró los ojos y sonrió.

No necesitaba ver los colores de aquel lugar para apreciarlo; el perfume de la naturaleza le bastaba.

Mientras se deleitaba con los aromas, escuchó el sonido de pasos ligeros acercándose. Poco después, dos jóvenes muchachas llegaron a su lado. Al percatarse de su presencia, se inclinaron con respeto antes de dirigirse a él con dulzura.

—Mi príncipe, lo estábamos buscando —dijo una de ellas con una sonrisa afectuosa— Pensamos que tal vez querría compañía.

Osmán sonrió, girando ligeramente el rostro hacia ellas.

—Siempre es un placer compartir el tiempo con mis queridas amigas. ¿Me acompañarán a pasear entre las flores?.

Las jóvenes asintieron con alegría, y juntos comenzaron a caminar lentamente por los jardines, mientras la brisa susurraba entre los pétalos, como si el propio destino estuviera tejiendo una historia aún por contar.

El jardín estaba impregnado de un aroma embriagador. Osmán se acercó con paso tranquilo a los rosales, sintiendo la suave brisa acariciar su rostro. Cerró los ojos por un momento y aspiró profundamente el perfume de las flores.

El sonido de tu voz Donde viven las historias. Descúbrelo ahora