ƈǟքɨȶʊʟօ 8

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Seokjin finalmente apartó a Jungkook, vendó sus manos sangrantes, y le dio algo para hacerlo dormir. Jungkook no protestó en lo más mínimo. ¿De qué serviría de todos modos? Taehyung, o el demonio, obviamente, no lo dejaron entrar, estaba tan desamparado como todos los demás.

La potente bebida que Jin le dio a Jungkook lo hizo dormir profundamente y bien, y cuando se despertó, se sentía como si alguien le hubiera dicho qué hacer. Él no se rendiría. No iba a dejara Taehyung bajo el control de esa cosa. Incluso si Taehyung ya no lo quería, Jungkook tenía que intentarlo.

Jungkook se lavó y vistió, y mirándose a sí mismo por un largo rato en el espejo, vio el nuevo conocimiento que brillaba en sus ojos. En verdad amaba a Taehyung. Era tan claro ahora que Jungkook se preguntaba cómo podía haber sido tan completamente ciego antes. ¿Cómo pudo haber dudado, ni por un instante, lo que estaba creciendo en su corazón? ¿Cómo no pudo entender la profundidad de sus sentimientos? Si lo hubiera hecho, él nunca habría dicho esas palabras, nunca hubiera herido a su amante de esa manera.

Pero era demasiado tarde para eso. Su rostro en el espejo mostraba resignación y tristeza. Por su propia estupidez, su propia incapacidad para dejar el pasado, había destruido algo tan infinitamente precioso que sabía que nunca estaría completo de nuevo. Este era su justo castigo. Pero antes de irse, se aseguraría que Taehyung regresara, el demonio no iba a destruir a este emperador como lo había hecho con los otros. Jungkook no abandonaría a Taehyung a la locura. No esta vez.

Dejó a Jimin desayunando con Jisoo, y fue otra vez hacia las habitaciones reales. Jin estaba sentado allí, con la cabeza en las manos. El arma estaba en la mesa a su lado.

El corazón de Jungkook casi se detuvo. Miró a su alrededor hacia los otros hombres, sus rostros devastados, y lo supo. —Queridos dioses —susurró, mirando el arma y sintiéndose enfermo.

—Lo escuché delirando esta mañana. —La voz de Jin sonaba sorda de dolor, y su mirada estaba oscurecida y vieja —. Él está en silencio ahora, pero va a empezar de nuevo. Todos lo hacen. La hora se acerca. —Su voz se quebró y apartó la mirada. Respiró hondo varias veces y luego miró de nuevo a Jungkook, su voz era áspera—. Yo debo hacerlo, nadie más. Tiene que ser rápido y limpio. —Las lágrimas empañaron sus ojos y Jungkook colocó su mano en el hombro del capitán, sus propios ojos humedecidos.

—Dame una última oportunidad, Jin. Por favor. Tiene que haber otra forma, cualquier cosa.

—Te matará Jungkook. No es él mismo, las reglas son del demonio ahora.

—¡Maldición, yo provoqué esto, Seokjin! —Jungkook se encogió con el volumen de su propia voz—.Déjame intentarlo. —Miró al otro hombre suplicante—. Tengo que intentarlo —murmuró otra vez.

Jin lo observó por un instante, evaluando su determinación, y luego asintió. —Puede que haya una manera.


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