Capítulo diecinueve

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Irma me despierta diciéndome que hoy es un día muy importante y todo debe salir a la perfección. Son las diez de la mañana, tenemos cuatro horas para que me arreglen y estar listo para la entrevista.

Un avox me trae el desayuno y como mientras veo en la televisión el noticiero del Capitolio. Cuentan un resumen de la noche anterior, el clima para hoy y la cobertura que han dado sobre los Juegos del Hambre. Es como si me recordaran que voy a participar en esto para siempre, aunque haya salido de la arena estoy obligado a formar parte de las celebridades del Capitolio y venir cada año como mentor.

Cuando termino de desayunar entra mi equipo de preparación y lo primero que hacen es bañarme.

—¡Siempre debes lavarte la cara antes de dormir! —Me regaña Kara.

Cuando se deshacen de mi mugre me vuelven a quitar vellos y retocan mi cabello. Juro que cuando regrese al Distrito 7 me dejaré crecer todo el vello corporal, solo me rasuraré la barba, no me gusta cómo se me ve.

—Es tan agradable trabajar contigo... —dice Zeo—. Otros años hemos tenido jóvenes necios y poco agraciados. ¡Era un martirio prepararlos para Edinne! A duras penas lográbamos hacerlos ver presentables.

Genial, acaba de llamarnos feos a los chicos de mi distrito.

—Pero tú no eres nada feo —dice Veronika al ver mi expresión—. Durante los juegos muchos jóvenes querían diseños de Edinne para verse como tú. ¡Podrías ser su modelo estrella!

Pasé de ser leñador a un tipo rudo, luego el Héroe de la Cosecha, un guerrero vencedor y ahora modelo. ¿Esta gente no puede conformarse con una sola cosa?

—Apuesto a que los piercings se pondrán de moda —afirma Zeo—, anoche te veías fabuloso. Lástima que Edinne no nos permitió ponerte piercings reales.

Cómo odio a esta gente. Me tranquiliza un poco saber que, al parecer, Edinne me considera como un ser humano.

Cuando por fin terminan me dejan con Edinne. No termino de acostumbrarme a que me vean desnudo y vean mi cuerpo como un lienzo.

Me pone ropa mucho más sencilla que la de anoche: pantalón negro y una camisa negra. Me deja tres botones desabrochados y mi collar resalta sobre la tela negra.

La entrevista se realizará en la sala de estar. La han adaptado y han puesto unas cuantas cámaras, luces y micrófonos.

Caesar Flickerman me saluda cuando entro a la sala y alaga mi vestimenta. Sí, ya me cansé de que todos me digan lo guapo que soy.

Me pide que tome asiento en un sillón individual y él hace lo mismo en un sillón frente a mí. Me dice que la entrevista será cálida y solo debo preocuparme por ser yo mismo. No estoy seguro de si mi yo real le agradaría al Capitolio.

Alguien hace una cuenta regresiva y estamos en directo.

Caesar abre la entrevista con un muy breve resumen de mi participación en los juegos y me presenta. Hace unas cuantas bromas que de verdad me hacen reír.

No sé cómo carajo lo logra, pero me está sacando plática. Empiezo a desenvolverme y de un momento a otro hablo de los juegos como si yo nunca hubiera estado ahí solo comentara cómo unos extraños se matan entre ellos.

—Dime, Logan —dice Caesar—; cuando ganaste, ¿en qué pensaste?

Ni siquiera sé si pensé en algo cuando sonó el cañón anunciando la muerte de Bastian. Digo lo primero que se me ocurre:

—Pensé en Anton y en la promesa que le hice. También en mis padres.

—Eso es tan dulce. Ahora solo te queda una buena vida junto a ellos.

Me siento como un estúpido por haber pensado por un instante que de verdad podría tener una vida tranquila como vencedor.

Hablamos un rato más y Caesar cierra la entrevista diciendo al público que volverán a verme durante mi Gira de la Victoria.

—Maravilloso, Logan —dice Caesar—. Un placer conocerte.

Caesar tiene una gran capacidad para ser agradable, incluso ha logrado caerme bien durante la entrevista. Durante todo ese tiempo olvidé que él es cómplice del asesinato de niños cada año.

Irma se despide de Caesar y me felicita por la entrevista. Me dice que en unos minutos llegará un coche para llevarnos a la estación de tren.

Recogemos unas cuantas cosas de nuestros cuartos y nos vamos. Me despido muy rápido de Edinne. Aunque odie a mi equipo de preparación también me despido de ellos, es como un montón de mascotas que no se enteran de nada. Su inocencia también es complicidad.

Subimos al tren en medio de una multitud reunida en la estación para despedirnos. Irma, Johanna y yo iremos en el viaje.

—¿Dónde está Blight? —le pregunto a Johanna.

—En cuanto murió Sara prefirió volver al Distrito 7.

—¿Eso se puede?

—Sí, mientras eres mentor debes estar hasta que tu tributo muera, después de eso puedes quedarte hasta que terminen los juegos o volver a tu distrito.

—¿Crees que yo pueda ser buen mentor?

—Yo creo que sí, solo date tiempo para recuperarte de esto.

—¡Niños! —grita Irma desde el vagón del comedor—. ¡Hora de comer!

Nos sentamos y sirven cortes de carne con diferentes salsas, mariscos y pan de ajo.

Durante el camino hablamos de mi futuro como vencedor: mi casa en la Aldea de los Vencedores, la Gira de la Victoria, todo el dinero que tendré, mi trabajo como mentor y el talento que debo tener.

No tengo ni la más remota idea de qué talento puedo tener para que la gente del Capitolio siga al pendiente de mi vida. La música no será una opción, eso quiero sea algo personal y entre menos gente sepa, mejor. Irma me sugiere modelar con diseños de Edinne, pienso la propuesta un poco, no suena tan mal.

—Déjalo, Irma —dice Johanna—. Ya tendrá tiempo para decidir.

Cuando terminamos de comer voy a mi cuarto en el tren, me quito la ropa y me acuesto. En unas horas estaremos de regreso en el Distrito 7, en mi hogar.

El Susurrador | En hiatusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora