introducción

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su mañana comenzaba a eso de las ocho de la mañana, cuando en su pecho, dos peludas patitas amasaban dicha zona, ronroneando, y soltando pequeños maullidos en lo que parecían ser susurros dándole los buenos días.

  — buenos días. — abrió con lentitud los ojos, topándose con los grandes ojos del felino, quien al ser saludado, devolvió dicho gesto a través de un típico "miau". — ¿siete de la mañana? ¿tienes hambre? — nuevamente el animalito le contestó, afirmando con ronroneos y con sobar su cabeza en el mentón de su padre humano.

chifuyu matsuno suspiró cansado, acatando las peticiones de aquel pequeño animalito, que feliz corría a sus platos en busca de un digno desayuno de reyes.

  — no puedo creer que ahora madrugue por darte de desayunar. — le habló, acariciando la cabeza del gato, quien ya comenzaba a devorar su comida. — tienes que comer menos, baji-san dijo que estabas gordo. — siguió con su camino, caminando entrando estantes, y libreros, repletos de libros, algunos siendo de su autoría, otros cuantos siendo parte de su formación como escritor.

a sus veintiocho años, chifuyu matsuno era un escritor reconocido en japón, siendo categorizado como un escritor del género romántico mayoritariamente, si bien siempre supo que plasmar en palabras tu imaginación, experiencias y creaciones era un mundo sin fin, nunca imaginó trabajar de lleno para una de las editoriales más famosas de japón, y francamente; se sentía orgulloso de haber logrado todo aquello antes de llegar a los temidos treinta años. vivía solo, junto la presencia de un pequeño felino de nombre "peke j", siempre fue un alfa honorable, su madre se sentía orgullosa de que aquel pequeño alfa que la correteaba por casa en busca de leerle alguno de sus cuentos, ahora era un hombre hecho y derecho, con una buena vida y con una buena fe.

tomó un sorbo de su café, con la mirada fija en el televisor que marchaba con las noticias de aquella mañana, aquel día no tenía ningún pendiente, fuera de recibir algunos ejemplares de su última novela, "la vida en un beso" había surgido de un sueño. hablando de el amor imposible entre un alfa que se reencuentra con su primer amor de la universidad.

" — la delincuencia en adolescentes incrementa; la creación y aparición de estas llamadas, "pandillas", comienzan a alertar a la sociedad, pues estos grupos de jóvenes buscan problemas constantes en la sociedad-." — apagó la televisión, no queriendo oír más de aquellas noticias.

el resto de su día se basó en una pequeña meditación y en centrarse en terminar el final del capítulo siete de su siguiente libro, abrumado al no sentir aquella inspiración de poder escribir con libertad.

  — ¡paquetería! — a eso de las seis de la tarde, el timbre sonó, haciéndolo dar un pequeño saltito en su lugar, pues se había hallado absorto en la pantalla de la computadora. rápidamente se encargó de levantarse de su lugar y atender la puerta, hallándose al instante con la curiosa mirada felina de un chico de cabellera atada en un moño desordenado, y el potente aroma dulzón a vainilla y coco que provenía de aquel omega.

¿un nuevo repartidor?

pensó, viendo con algo de curiosidad a aquel chico, con dos mechones al frente de su rostro de un color rubio, y grandes ojos similares a los de un tigre, bajo uno de sus ojos, un lunar que contrastaba con la pálida piel, el clásico uniforme de repartidor parecía pasar a segundo plano al dejar sobresalir de su cuello un prominente tatuaje de tigre, y el tintineo de un cascabel que colgaba de su oreja.

llámenlo supersticioso, pero tenía casi treinta años, no pudo evitar pensar que ese chiquillo era una clase de mocoso rebelde.

  — ¿señor? — preguntó el chico, regresándolo a su mundo. — ¿puede poner su firma de recibido aquí, por favor?

  — a-ah, sí.

a kazutora ya se le había advertido acerca de lo raro que era aquel señor, el señor matsuno parecía ser muy querido en la absurda empresa de paquetería en la que trabajaba, pero no esperaba verse siendo aparentemente analizado con detenimiento por la inexpresiva mirada del pelinegro, sintiéndose extrañamente analizado, lo cual lo enojaba un poco.

cuando finalmente acabó su tiempo en aquella puerta, se dignó a dar por terminada su jornada laboral, siendo recibido por un mensaje del único otro omega que conocía.

" — la junta es a las doce, de ahí nos vamos a teknocity a las dos. — sanzu."

si bien trabajaba por medio tiempo en una empresa de paquetería, pertenecía a la tan aclamada tokyo manji en el mundo bajo de las pandillas, bajo el mando algo siniestro de manjiro sano, no es que estuviera muy orgulloso de aquella vida, en realidad; la odiaba, sentía a la vez que no tenía una escapatoria, pues quien desertaba de la pandilla era considerado traidor, y muchas veces, acababan muy mal. a sus diecinueve años, se sentía encerrado en un mundo lleno de precariedad, pues sus padres le habían dado la espalda desde los doce, y de ahí en adelante, fue al reclusorio, trabajó un pequeño tiempo en negocios sucios, pertenecía a una pandilla, y se veía huyendo constantemente de la policía.

aunque su único "orgullo", era haber sido aceptado el trabajo como repartidor.

aceptaba que vivía en una zona peligrosa de japón, junto a su pareja, quien era un corredor de motocicletas ilegales, y formaba parte de la otra cara de la tokyo manji, la que era más siniestra, hanma no era precisamente el mejor alfa, era drogadicto, algo agresivo (aún si él también tenía una actitud arisca y a la defensiva) pero prefería mil veces vivir con alguien estúpido, a vivir en la miseria como lo hizo desde los quince años, luego de que lo corrieran de casa los doce años luego de haber perdido la virginidad a costa de un abuso sexual.

ese era kazutora hanemiya, un pobre chiquillo de diecinueve años con una vida decadente.

tomó su motocicleta, yendo al templo donde la reunión sería llevada a cabo, sin embargo, por alguna razón, no pudo sacarse por un momento la mirada analítica de aquel señor, quien parecía haber rebuscado entre su alma quién era en realidad, pero no dudaba que había sido fuertemente criticado.

por otro lado, chifuyu tampoco pudo sacarse de la mente el aroma de aquel chiquillo, quien lo miraba con desconfianza, con unos ojos felinos que le recordaban a los de un tigre bebé, en busca de protección, inconscientemente, sus dedos se movieron con agilidad sobre el teclado, en un nuevo documento, anotando su próxima premisa. donde narraría la historia se un extraño joven curioso, y... repartidor.

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⏰ Última actualización: May 23 ⏰

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