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Después de varias citas y más de dos semanas juntos esa era la vez que más nervioso se encontraba y no le faltaba razón. Embry le mandó un mensaje a primera hora de la tarde contándole lo que había pasado en su casa. Comenzó a limpiar la casa junto a su madre como un día normal en el que ella libraba en su trabajo, todo iba en su cauce hasta que ella le preguntó por los chicos. Su madre leyó el significado en su semblante al querer reprimir una sonrisa y eso le llevó a confesarlo: tenía novio y era Seth.

Esperaba partiendo una ramita con los dedos. Llegó antes de la hora acordada y estaba a punto de subirse a los árboles. Ni siquiera se fijó en el explendido atardecer que se dibujaba entre los troncos y las frondosas ramas.

—¿Llevas mucho esperando? —Llegó al trote sin que se le notara el esfuerzo en la voz. Seth lanzó la ramita y se puso en pie, ansioso.

—¿Qué ha pasado? ¿Qué ha dicho?

—Tranquilo, respira. —Estiró las manos buscando las de Seth que se dejó abrazar por su novio—. Antes de nada quiero hacerte una pregunta, ¿te importa si mañana comemos juntos? Creo que necesito despejarme.

—¿Tan mal ha ido? ¿Me odia?

—¿Sí o no?

—Claro, puedes venir a casa. A Leah no le importa, podemos decírselo también.

—Introducir una mente más en la manada es jugar con fuego.

—Leah es de fiar.

—Me fio de ella —aseguró afianzando el abrazo pegando el pecho de Seth contra el suyo—. De hecho la idea de la comida era al revés.

—¿Al revés?

—Rollos de madre. Quiere invitarte a comer con nosotros para conocerte. Ya ves, como si no te hubiera visto nunca pasear por la reserva.

—¿Qué? —Se apartó un poco de Embry molesto por la broma, pero visiblemente aliviado.

—Que quiere conocer al novio de su hijo.

—Eso lo he entendido. ¿No me odia? Quiero decir, ha descubierto que a su hijo le gustan los hombres.

—No, lo descubrió hace unos años cuando me veía disfrutar del fútbol con una mirada diferente, aunque yo no sabía que se daba cuenta.

—¿Veis el fútbol para mirar a los futbolistas?

—Claro que no, me gusta de verdad, pero en un equipo había un jugador que estaba tremendo.

—¿Se olía lo de Jacob? —Embry tiró de la camiseta de su chico para volver a juntarse.

—En parte sí. Pensaba que estaba con él.

—Menuda desilusión de ser la suegra del gran alfa a serlo de un miembro más.

—No digas eso. Eres un miembro importante, el hermano de la tercera al mando, cuarto al mando y uno de los mejores amigos del líder. Incluso estás por encima de mí.

—Siempre estaré por encima de ti —provocó con una media sonrisa. No habían dado ese paso, pero se negaba a no ser el que mandara.

—Será si te dejo.

Embry le besó lentamente tanto que Seth empezó a sentir un calor que solo le despertaba él. Introdujo la lengua en la boca del mayor en un juego que hizo que este emitiera un jadeo que le erizó la piel gratamente. Jamás pasaron de unos besos cada vez menos inocentes. Con mano trémula la pasó por la abertura que dejaba la camisa del contrario por encima del pantalón. Embry sonrió sobre la boca de Seth. Los dedos de este recorrieron el marcado abdomen de Embry notando la piel ardiendo muy similar a la suya. Al llegar al pecho lo notó endurecido y Embry soltó otro jadeo rompiendo el beso.

El legado de ForksDonde viven las historias. Descúbrelo ahora