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—¿Puedes dejar de moverte? — Heeseung exigió en un murmuro tranquilo con los ojos fijos en la larga línea de color blanco que el pincel que sostenía trazaba sobre el pómulo del chico frente a él. Estaba tan concentrado que su respiración se había detenido por unos instantes hasta que terminara el trazo. No podía darse el lujo de estropear su obra de arte.

Pero cuando el chico que estaba a escasos centímetros de él no dejaba de inclinar la cabeza hacia un lado para poder ver a través de la ventana, las cosas no eran especialmente fáciles.

—Sunghoon — Heeseung se alejó del de cabellos negros hasta estar apoyado en el respaldo de su silla mientras pronunciaba su nombre como advertencia, pero los ojos azules del menor no se apartaban del ventanal en su sala de estar.

Con resignación, Heeseung miró en aquella dirección con la que el menor parecía estar tan hipnotizado solo para encontrar los rayos del sol de una atardecer de otoño iluminando con calidez las hojas anaranjadas de los árboles, las cuales caían con elegancia sobre el césped verde, formando montículos de estas bajo un hermoso cielo azul.

Heeseung entendía por qué su pequeño hibrido de gatito no podía quitar los ojos de esa vista. Era fenomenal y Heeseung también disfrutaba de ver a aquellos momentos teniendo en cuenta lo enamorado que estaba de aquella época del año. Pero ese paisaje se repitió el día anterior, se repetiría al día siguiente y en los días posteriores del mes, y Sunghoon había estado presente en cada uno de esos momentos, así que no podía comprender por qué no se comportaba solo por un día.

El mayor dejó el pincel sobre la bandeja llena de pintura que estaba sobre la mesa contigua a él solo para observar cómo Sunghoon había permanecido en la misma posición, con el mentón levantado en donde antes su mano estaba sujetándolo, con los labios ligeramente abiertos y trazos delicados adornando toda la piel de su rostro, ajeno a cualquiera de sus llamados

Heeseung era un maquillista profesional que ofrecía sus servicios a domicilio, mayormente para eventos como graduaciones o bodas, pero por la temporada cercana a la Víspera de todos los santos tenía que adaptarse y ofrecer maquillajes para las fiestas a las que asistían los adolescentes casi de su misma edad. Pero para ello tenía que trabajar en nuevos diseños, y ese era el propósito de que su gatito estuviera sentado en aquella silla blanca. El maquillaje que se mostraba en la cara del de cabellos negros era un diseño de un elfo que casi estaba terminado de no ser por lo travieso que era el otro.

—Sunghoon... — Con esa última sentencia, Sunghoon despertó de su ensoñación, parpadeando un par de segundos antes de darse cuenta de que se había perdido nuevamente en las vistas otoñales. Con vergüenza, el menor bajó su cabeza para mirar a Heeseung, sus mejillas tornándose rosadas debajo de las líneas blancas. —Te llamé tres veces, Sunghoon.

—Hay montañas de hojas secas en el jardín — Sunghoon explicó luego de unos segundos, retorciendo sus dedos juntos y su esponjosa cola negra enredándose en una de las patas de la silla, claramente tímido de haber sido descubierto soñando despierto —. Y, bueno... quisiera ir a saltar sobre ellas.

Heeseung mordió la parte interior de su mejilla cuando las orejitas del hibrido se movían de un lado a otro con emoción en el momento en que relataba lo que había estado soñando. Siempre le había parecido tierno la forma en la que el menor mostraba sus emociones por medio de sus orejas, pero no podía permitir ceder ante tal ternura, no esta vez.

—Es tarde Sunghoon, debes recordar que no puedes estar tan tarde fuera y sin mi supervisión. — Heeseung volvió a sujetar el pincel para poner más pintura en él, tratando de evitar ver como el par de orejas se pegaban más a la cabeza del híbrido, sabía que estaba decepcionándolo.

𖥔 ִ ۫ ˑ leaves ! heehoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora