El sonido del viento

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Nakajima Atsushi permaneció en la clínica del doctor todo el día antes de recibir la noticia de la muerte de sus padres; durante ese tiempo, Akutagawa había ordenado de forma estricta que no se mencionara ni una palabra sobre ese tema, y también pidió que las ventanas permanecieran fuertemente cerradas para no dejar entrar la luz del sol, cuando el médico intentó alegar acerca de como no tenía velas suficientes para iluminar su pequeño "consultorio", el azabache prometió que le daría unas cuantas monedas más por el servicio, los ojos del viejo resplandecieron y acató al pie de la letra todas sus peticiones.

Después de que se confirmara que todo estaba bien con el albino y que su herida parecía no empeorar les dio un pase libre para irse, pero acordaron que se irían al anochecer. El viejo no dudó en recordarle a Akutagawa que debía de hablar con el niño pronto, ya que el entierro era esa misma noche. La respuesta que el pelinegro dio fue solo una mirada amenazante que lo hizo callar de inmediato.

—Akutagawa —llamó Atsushi mientras agitaba sus pies al aire, aún estaban en la casita del médico y ya pronto se irían de regreso a su hogar, la ansiedad hacía volteretas dentro de su estómago.

—¿Sí? —El pelinegro arreglaba la venda con cuidado, era la cuarta vez que lo intentaba y ya casi parecía decente, ¡fue todo un logro!

—He estado aquí tanto tiempo, ¿por qué mi mamá aún no llega? —Las lágrimas nuevamente se asomaban por el rabillo de sus ojos hinchados, en sus momento malos su madre siempre había intentado cuidar de él de una forma u otra, ¿cómo es que ahora ya no está ahí?—, ella... ¿Ella ya no quiere? ¿O quizás está ocupada trabajando? ¿Mi papá no la deja salir? Por favor, no me has dicho nada cuando te pregunto y, y ¡ya no lo soporto! ¡Necesito saber que pasó! —Las lágrimas de un inicio se convirtieron en una cascada de llanto que amenazaba con deshidratarlo en cualquier momento. El niño tenía una oscura premonición en su corazoncito que lo hacía estrujarse,

Akutagawa no estaba seguro de qué hacer, sus años de vida le decían que este tipo de noticias podían afectar mucho a los humanos y por ese motivo quiso ocultarlo mientras el pulgoso se recuperaba, pero ahora que ya estaba mejor no sabía si era seguro contarle o no. Los humanos son seres frágiles, ¿y si le contaba y moría de tristeza? ¿Era mejor contarle en un lugar alejado de sentimentalismo o en su casa donde tenía recuerdos con sus padres?

Sintió la cabeza dolerle de repente.

—Nakajima Atsushi —Aseguró la venda rogando que no se cayera, y caminó hasta posicionarse frente a la cría humana—, tu papá está muerto —Soltó de golpe, sabiendo que esta era de los dos al que menos quería, y dependiendo de como reaccionara a esa noticia pensaría en la forma en que podría darle la otra. Mientras los humanos dormían esa madrugada, él recorrió muchos lugares y se coló a todas las casas que pudo encontrar antes del amanecer en donde una persona había muerto, esto para saber las cosas que les decían a los que quedaron vivos.

Mientras Akutagawa hacía trabajar a sus neuronas con máximo esfuerzo para saber como tratar al niño, Atsushi sintió como si una guacalada de agua fría fuera vertida sobre su cabeza.

—¿Q-Qué? —Su voz se quebró y las lágrimas siguieron saliendo; miles de emociones complejas y que no podía entender se asentaron en su estómago. Muerto... El padre que siempre lo golpeaba y le agredía... Muerto.

En medio de sus lágrimas comenzó a reír y Akutagawa se confundió más.

—¡Perfecto! ¡Ahora que mi papá no está, mamá y yo podremos ser libres! ¡Que alegría, que alegría! —gritó con falso regocijo, pero su sonrisa se transformó rápidamente en una fea mueca que no pudo disimular mientras ahora sollozaba—, se supone que debo estar alegre —murmuró viendo sus manos—, ¿por qué no me siento feliz? —Su mirada se alzó para ver los ojos grises del monstruo.

El monstruo que se esconde bajo la cama -Shin SoukokuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora