26 - Sanador o cómplice

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CAMUS

Caminaba sin rumbo por el interior de la mansión. Hoy había sido un día demasiado tranquilo, algo que para variar era agradable. No había que curar a nadie, así que podía deambular a sus anchas. Prefería estar sin hacer nada, al menos esto significaba que no había nadie herido que necesitara de sus servicios.

Su origen era humilde, era hijo de unos granjeros pobres que vivían dentro de la propiedad del príncipe heredero. Aunque carente de lujos, su infancia había sido feliz y llena de amor. Pero todo cambió después del accidente que cobró la vida del príncipe y su familia. El conde había tomado el control de las propiedades y los impuestos subieron de manera exorbitante, dañando la situación económica de su familia de manera irremediable.

En ese tiempo ya él estaba estudiando en la academia de magia real, algo que le había dado a su vida un giro inesperado. Cuando se confirmó su afinidad mágica sintió como si se hubiera sacado la lotería. Aunque fuera pobre, el hecho de poder usar magia elevaba su estatus en la sociedad de inmediato y más aún si se trataba de un sanador. Los nobles pagaban altas sumas de dinero por sus servicios y si sobresalía lo suficiente podía llegar incluso a trabajar en el palacio, al servicio del rey.

Se graduó con honores, y su intención era seguir estudiando, pues la magia curativa era su pasión. Pero la situación de su familia era más urgente, así que tomó este trabajo sirviendo de sanador en la mansión donde la pequeña princesa sobreviviente del accidente pasaba sus días sumida en un profundo sueño del cual parecía que jamás despertaría.

Gracias al dinero ganado por su trabajo,pudo enviar a sus hermanos menores a estudiar en escuelas adecuadas. Proporcionándolesuna educación digna que les daría mejores oportunidades para su futuro. Pudocomprar una casa enorme para sus padres y mejorar sus condiciones de vida, alpunto de que no tuvieran que trabajar nunca más en su vida. Había logrado todolo que deseaba, pero a un elevado costo, su integridad moral.

Al principio no cuestionaba nada, solo seguía las órdenes del sanadorprincipal Deirghas. Se trataba de un hombre cobarde que sonreía a sus señoresde manera hipócrita, para luego hablar mal de ellos a sus espaldas. Su trabajo eraprácticamente no hacer nada, puesto que solo el sanador principal tenía accesoa la habitación de la princesa, y el conde y su familia no residían en la mansión.No tenía quejas, todo era realmente perfecto así, sin hacer preguntasinnecesarias. La condición de la princesa le causaba mucha curiosidad alprincipio, incluso intentó varias veces examinarla, pero la vigilacia fuera desu habitación era siempre demasiada. Esto era algo que no tenía ningún sentido,¿Qué enemigos podría tener la princesa fuera de su habitación? La propiedadsiempre estaba fuertemente custodiada, incluso había un hechizo de restricciónde mana aplicado en el terreno donde estaba construida la mansión, así que unataque mágico era algo fuera de cuestión.

Una extraña conclusión rondaba por su mente, la idea de que no se trataba de la protección de la princesa, si no del hecho de evitar a toda costa que alguien la viera. Borró los pensamientos inútiles convenciéndose de que este no era su problema, era mejor mantenerse alejado. Sus problemas estaban resueltos y eso era todo lo que debía importarle, nada más. Cualquier otra idea simplemente sobraba.

Todo iba viento en popa, hasta el día en quela calma perenne fue rota de manera irreversible en la mansión. Él fue elprimer sanador en ver a la princesa el día que despertó. Un jardinero la traíaen brazos y su primera impresión fue el asombro total cuando vió el deplorableestado en el que se encontraba. Por un instante se quedó paralizado sin saberque hacer. El sanador principal no se encontraba en este momento, así que todaslas desiciones recaían en el que estuviera presente en este momento. No tuvotiempo de pensar, solo aplicó magia de sanación en lo que las noticias deldespertar de la princesa corrían como pólvora y comenzaban a aparecer numerosaspersonas, saboteando la tranquilidad de la mansión. Su tranquila ignoranciahacia lo que sucedía se convirtió en un desagradable inconveniente.

Destinada a renacerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora