Capitulo 4: Prioridad ajena

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— ¿Mikasa... Ackerman?

Había oído ese nombre antes y el apellido le dejaba una perfecta idea de la persona dueña de aquel gafete, Mikasa Ackerman era la única sobrina de Kenny y por ende, una de sus herederas del gran imperio sobre el que estaba parada.

Aunque... Algo que causó intriga por su parte fue el simple pensamiento de que la chica ahí podía tratarse de la hermana de Levi.

Es decir, claro que conocía a los Ackerman por simple mención antes, pero nunca supo que Levi era uno de ellos, incluso más cuando se suponía que estaba muerto.

Sin embargo, de la boca del mismo Levi de 9 años que una vez conoció, la madre de él estaba embarazada. Pero realmente dudaba de la veracidad de sus palabras porque pasaban los meses y la señora Kuchell seguía sin tener el vientre hinchado, eso además del hecho de que él mencionaba la misma noticia una o dos veces cada cierto tiempo. Tal vez estaba confundido o bueno, tal vez no...

No tuvo tiempo de indagar demasiado, la puerta del cubículo se abrió de golpe y del interior salió la dueña de aquella identificación.

— ¿Estás bien? — Se atrevió a preguntar.

Por mero instinto se acercó, pálida como la nieve y con unas enormes ojeras bajo unos rasgados ojos de plata estaba Mikasa tambaleándose sobre la puerta del baño.

— Sí... sólo necesito un minuto.

La pelinegra alejó sus manos de las de Hanji, evitando que está la tocará para ser auxiliada e intentando demostrar con la acción que se encontraba bien. Sin embargo, en cuanto estaba por recomponerse sus piernas flaquearon y cayó de rodillas al suelo frío.

— Mierda... llamaré a alguien, estás muy pálida.

— ¡¡No!! — Exclamó al instante, impidiendo su escape.— No llames a nadie, es una orden.

A pesar de lucir una tez enfermiza, sus ojos amenazantes imponían respeto y seguridad.

Rasgo clásico de un Ackerman a su parecer.

— ¿Cómo quieres que haga eso?

— Yo estoy bien, sólo necesito un minuto.

Mikasa se mantuvo en el suelo por unos segundos, mientras tanto la castaña no pudo hacer más que sólo observar en caso de ser necesario ayudarla. Caso que no ocurrió, ella se levantó por sus propios medios con dificultad.

— ¿Mejor?

Ella asintió levemente.

— Toma esto.

— ¿Uh? ¿para que es? — Preguntó con incredulidad al recibir un paquete de mentas.

— La menta puede relajar los músculos tensos del estómago y ayudar a reducir las contracciones estomacales que podrían estar provocando las náuseas.

— No hace falta que me de esto, yo no lo necesito, sólo me cayó mal el desayuno.

— Insisto, tómalo.

Hanji le sonrió con genuina empatía y gentileza, aquel mínimo gesto hizo al siempre duro carácter de Mikasa suavizarse por cuestión de segundos.

¿Por qué una extraña de repente se preocuparía por ella?

No logró pensar demasiado en ello, sin darse cuenta terminó por tropezar con un pequeño objeto que había olvidado en el suelo.

Al sólo verlo, su rostro se arrugó con temor al descubrir nuevamente la prueba de embarazo.

— ¿Es tuya?

— Sí. — Se limitó a responder, inclinándose para tomarlo entre sus blancos dedos.

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