⚗️ La Poción de Amor ⚗️

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 — Deja de fingir que quieres ayudarme y dime a qué hora quieres que pase por tu casa

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— Deja de fingir que quieres ayudarme y dime a qué hora quieres que pase por tu casa.

Recuerda que lo haces por un bien mayor.

Aunque el hecho que Matthew Schwartz fuera una persona desaplicada en todo sentido, no ayuda a mantener la cordura.

— ¿Acaso no soportas que una chica no le interes, Schwartz?

— Ni que fueras mi tipo.

Ni tú el mio.

Pero en lugar de decir eso, dije:

— Como si lo tuvieras.

Seguimos practicando fórmulas de Química por una hora más hasta que ambos coincidimos en que era mejor dejarlo para mañana, o terminaríamos explotando el laboratorio improvisado del salón de tutorías.

Nos retiramos guardando una distancia de un metro y medio por el pasillo hasta salir del establecimiento e irnos por caminos distintos.

—Honestamente no entiendo porqué te haces del rogar, Vallon. — espetó Schwartz mientras me acomodaba el morral.— Solo tienes que pedirlo.

Ruedo los ojos, seguramente se convenció a si mismo de que debo estar enloquecida como el resto de las humanas que ha conquistado y que solo estoy alargando su tiempo de conquista hasta que él desista o termine gritando su nombre en el salón de tutorías.

— Mi mundo no gira alrededor tuyo, Schwartz.

Y como todo casanova, no le gusta que le digan que no.

—¿Cómo que no? ¿Acaso estás bajo un hechizo parental o algo así?

—No, solo tienes que aceptar a no le gustas a una mujer y ya está.

Me encamine para olvidarme de Schwartz y su intento fallido de conquista, sin embargo cuando estoy por cruzar la calle, lo oí gritar fuerte y claro:

—¡Caeras Audrey Vallon! ¡No serás la excepción a la regla!

Pero tú serás una excepción a la mía...


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Al llegar a la botica de mi padre, me coloque el delantal fangoso e iniciar con mis tareas antes de que papá tuviera más motivos para retarme por mi llegada a destiempo. Me límite a vertir las mezclas en los frascos, anotar los faltantes y ordenar las entregas del fin de semana que, para cuando terminé, note la luz tenue del mostrador encendida, indicando el final de la jornada.

Y el principio de la reprimenda.

Deje que hiciera organizará el libro contable en tranquilidad mientras yo barría el piso y la parte del mostrador que no utilizaba, hasta que veo su mano extendida en mi dirección, indicando fin de mis tareas y volvía a ser su hija.

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