Capítulo 10: La Pilar del Amor

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Había pasado un día desde que nos hicieron pilares a Ash y a mí

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Había pasado un día desde que nos hicieron pilares a Ash y a mí. Desde entonces las misiones se volvieron un poco más complicadas, pero por desgracia -o suerte- no aparecía aún una luna demoníaca. Finalmente comprendía la frustración a la que se enfrentaban los pilares constantemente; el ostentar un cargo tan respetado y no ser capaz de hacer grandes cambios pese a ello.

Solía alejar esos pensamientos para dar paso a otros más positivos. Si era capaz de matar a tan solo un demonio, por débil que fuera, era capaz de salvar cientos de vidas inocentes de ser asesinadas y devoradas. Con esto en mente realicé siete misiones en una misma noche, sin descanso o distracción alguna, tan rápido como pude. Llegué a tal punto que mi cuervo, cansado por la velocidad en que iba de un lugar a otro, ya no tenía ni idea de qué otra misión podía asignarme.

Fue entonces que otro cuervo se posó en mi hombro, rasgando levemente la tela que lo cubría con sus garras, casi tan carentes de color como sus plumas. No me costó nada reconocerlo, mucho menos saber a quién pertenecía.

-Urara-chan -llamé y regalé una sonrisa cálida al cuervo hembra de Mitsuri.

El cuervo hembra emitió un agudo graznido y estiró una garra hacia mi rostro. Ahí fue cuando noté un pequeño rollo de papel atado a su pata con una cinta rosada y pequeña. Acerqué mis dedos al lugar y desaté el lazo, cuyo gracioso color opacaba radicalmente al triste y aburrido negro de las plumas del cuervo. Agarré el papelito y lo desenrollé cuidadosamente. La caligrafía torpe y diminuta de la Pilar del Amor parecía atropellarse dentro del escaso espacio con el que debía conformarse:

«¡Hola hola, ______-chan! ¿Recuerdas que me prometiste pasar el rato ayer? ¡Esta vez no pienso aceptar un no por respuesta! Pásate por mi finca, mi adorable Urara-chan te indicará el camino.

Abrazos,

Kanroji Mitsuri.

P.D: ¡Hay comida!»

Una risita se me escapó de los labios mientras leía lo último. Inconscientemente, Mitsuri había logrado descubrir una de mis más terribles debilidades: la comida.

-Me atrapaste, Kanroji-san. -Reí y enrollé el papelito, colocándolo nuevamente en la pata de Urara. La miré con una sonrisa y acaricié su cabecita por encima de su gorrito rosado-. ¿Me guías hasta la finca de Kanroji-san, por favor?

El cuervo hembra dio otro graznido agudo, esta vez en asentimiento. Emprendió vuelo lejos de mi hombro, hacia el norte. Tomé un respiro y en un abrir y cerrar de ojos me encontraba a la par de Urara, ella por cielo y yo por tierra. Fulgencio, feliz de haber encontrado algo con qué distraerme para que no le siguiera pidiendo misiones, nos siguió sin rebate alguno.

Por suerte la aldea en la que había hecho mi última misión se hallaba cerca, así que fue cuestión de unos pocos minutos llegar a la finca de Mitsuri. Debían ser ya las siete de la mañana, pero considerando que el día anterior me había quedado dormida hasta las dos de la tarde era más que lógico el por qué no tenía sueño en ese momento. Abrí el portón de la finca y entré.

Isekai 異世界 (Tomioka Giyuu y Tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora