11. La fiesta de cumpleaños (Emma Turner)

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Sábado por la noche

A decir verdad, no nos veíamos nada mal: Maggie había escogido un vestido color negro bastante pegado que hacía notar sus espectaculares curvas; claro, sin olvidar de que lo combino con un antifaz color plateado. En pocas palabras, se veía espectacular, y sabía que no iba a ser la única que pensaría eso en cuanto llegáramos a la dichosa fiesta.

En cambio, yo me había conseguido un vestido color morado con un corset en la parte de arriba y una abertura en la pierna derecha; según mi mejor amiga, me veía sexi; al igual que Maggie, mi antifaz era del mismo color que el de ella y por último (lo que más me gustaba de mí vestimenta) unos guantes tan preciosos del mismo color del vestido. Las dos nos habíamos dejado el cabello con ondas muy sueltas.

Ya por fin listas y arregladas, salimos a la recepción de nuestro edificio, antes, le había dicho a Adam que nos esperara justo en aquel lugar; ya que, Amalia había contratado limusinas para todos los invitados, que no tuvimos otra opción mas que aceptar.

Mientras se abría el elevador ya abajo, escuche una voz que ya conocía bastante bien: Adam

-Ya sabes cómo son las chicas, siempre tardan años cuando se maquillan y más para eventos como estos- dijo observando su reloj que llevaba puesto en su muñeca.

Estaba de espaldas al elevador, a diferencia de Kay, que parecía atento a aquellas puertas y justo cuando pusimos un pie fuera, abrió los ojos como platos extendidos.

No dijo nada, solo se quedó estático.

Adam fue el que puso fin a ese silencio que se había formado.

- ¡WOW! - dijo realmente encantado por nuestro aspecto- ustedes dos se ven tan sexis. Las dos nos sonrojamos.

- ¿Nos vamos? - preguntó Kay con un tono un poco molesto, aunque al parecer fui la única que lo noto, porque los otros dos salieron mientras se reían a carcajadas.

¿Cómo de pronto acababa de cambiar drásticamente su expresión?, en un momento estaba totalmente embobado en nuestro aspecto y de la nada ahora parecía molesto y fastidiado.

Por otor lado, verlo en traje hizo que se me pusieran los pelos de punta; se veia tan guapo, y con el antifaz lo que más resaltaba de el era sus hermosos ojos verdes...

Ya la lujosa limusina estaba afuera esperándonos; jamás habría pensado en llegar a montarme en una cosa como esa, aunque nunca nos faltó dinero (según yo), ni en mis pesadillas me iba a imaginar algo como esto.

<<Mi padre estaría orgulloso de mi>>

En todo el camino, no paraba de ver a Kay a los ojos, parecía molesto por algo, pero no sabia a que se debía; sin embargo, algo que, si note, es que cuando me separaba de mi mejor amigo su semblante parecía tranquilizarse; por el contrario, cada que me acercaba a él o me decía algún alago, apretaba con fuerza su puño, como si quisiera golpearlo. A menos que..., no, no puede ser, no tendría razones para ponerse celoso, aparte no somos nada.

De todas formas, no dejaría que esos pensamientos me arruinaran esa noche; tenía que tener la cabeza bien en alto para que no me pisoteen. Esta noche era para pasarlo bien, y no iba a dejar que nadie me lo arruinara, ni siquiera Kay.

No tenía palabras en cuanto vi semejante casa. No estaba acostumbrada a tantos lujos; sin duda esta era una fiesta donde solo iba gente con dinero, más bien, con demasiado dinero.

-Cierra la boca que, si no, te entrara una mosca- dijo una voz a mi espalda

Exaltada por el susto, me di rápidamente vuelta para fulminar a aquel individuo que me había dicho aquella semejante burrada.

Claro, tenía que ser Kay Miller.

Sin decirle una sola palabra, le voltee mis ojos y camine hacia la entrada.

Si por fuera la casa estaba impresionante, imagínense la parte de adentro...; en cuanto entrabas, había una hermosa e inmensa sala de estar, a la izquierda se encontraba la cocina y al otro extremo estaba el comedor con una hermosa mesa de cristal.

El jardín no era uno común y corriente; al contrario, era bastante extravagante; había una enorme piscina y a lado una gran cascada piedras y como si no fuera poco, un jacuzzi.

Todos estos pijos no se conforman con nada.

Maggie y yo fuimos a la cocina por una cerveza y cuando nos volteamos, los chicos habían desparecido.

Rápidamente comenzamos a hacer amigos, los cuales, nos incluyeron en distintos juegos, como "yo nunca", "beer pong", entre otros y sin darme cuenta, ya llevaba aproximadamente cuatro cervezas y sin contar los tequilas que había ya bebido en esos juegos.

Ya teniendo suficiente alcohol en mi organismo, todos mis problemas se esfumaron de mi mente; ahora me sentía mucho más relajada...



Por siempre... amantesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora