IX

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No cantes victoria tan pronto si no estás completamente seguro de ella.

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Es como cuando crees que por fin logras algo y de la nada todo se derrumba ante tus ojos. Me pasa justo ahora. Solo que aunque varios naipes hayan causado la caída de la pirámide, volveré a construirlo hasta que por fin se quede en pie y no vuelva a derrumbarse.

Ya pagué con sangre lo que con sangre me quitaron. Es así como me enseñaron y así es como me obligaron a hacerlo.

Mis ojos no se apartan de los de este enmascarado. Aunque sea alguien enviado por Marvel o que tenga un objetivo, y ese sea el mismo, del otro tarado que ya ni existe. Aunque esté jodida justo ahora no siento absolutamente nada. Soy un papel en blanco o quizás una habitación oscura. Quien sabe si ya tenga el mismo problema que Juan sin miedo. Sí es así pues Aleluya, ya que ese asqueroso sentimiento solo me traerá muchos más problemas.

Me giro hasta estar cara a cara, con el cuerpo en paz y mis ojos fijos en unos oscuros. Soy toda indiferencia quieta esperando verlo hacer algo. No sucede hasta que siento las manos de alguien rodear mi cintura y luego su aliento en mi cuello. Permanezco estática observando como levanta un cuchillo y lo estampa en el cristal con fuerza. Este no se rompe, en cambio, si se raya cuando desliza la punta hacia abajo y endereza la cabeza, llevándose un índice a los labios de la máscara blanca sin expresión.

Sonrío ladeando la cabeza y llevando una mano hacia las de quien me rodea de la cintura.

Una mentira que con facilidad puede simular una verdad, una verdad no tan incierta.

Siento sus labios sobre la piel de mi cuello mientras reparte besos húmedos, que no alcanzan a hacerme sentir nada. La sonrisa no se borra de mis labios y atrapo uno fingiendo que me gusta lo que hace.

-¿Si me deseas porque no lo demuestras de verdad y ya? -susurra en mi oído y aprieto mi mandíbula para reprimir la picazón que de la nada tengo en mis nudillos.

Sería una escena hermosa y épica que de un giro lo estampe mi puño en la boca. El hilo de sangre y su mano cubriéndose por el dolor. Sería bello, pero prefiero contenerme y seguirle la corriente.

-Porque tengo a ese enfrente y así no puedo quitarte la ropa y hacer lo que tanto nos gusta hacer -murmuro señalando al enmascarado quien coloca la palma en el cristal y luego se va corriendo cuando alguien habla detrás de nosotros.

-No era que habían terminado y que...

-Sí, pero uno puede arrepentirse, ¿verdad?

Enarco una ceja cuando Gerien y yo nos volteamos para ver a su tía en el umbral de la cocina. Me observa de hito en hito y aprieta los labios.

-Mi hermano te está esperando desde hace rato -me recuerda haciéndome torcer los ojos cansada.

-Yo no tengo nada que hablar con él -gruño fulminandola.

-Si que tienes. ¿O prefieres ser llevada a comisaría para que te interrogue un verdadero agente de policía?

No contesto, solo me quedo viéndola amenazante. Me dan ganas de cortarle la lengua para que se calle. Es de lo más insoportable que puede existir. Aprieto mis puños y miro a Gerien junto a mi.

-Hoy dormirás conmigo.

¿¿¿¿QUÉ???? ¿Es que ahora se le zafó un tornillo o su cabeza hizo cortocircuito respecto a lo que sucedió antes?

-¿Cómo? -pregunta mi niñera apareciendo junto a su cuñada-. ¿Y qué te pasó en la cara y en el cuello? -le habla a su hijo al notar lo que le hice antes, además de los rasguño en su cuello a causa de su brusquedad, cuando estábamos en la habitación de huéspedes.

Christine #1: Somos Sociópatas © [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora