[Historia 2] Kazim Ayad - 5

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   Totalmente decidido en socorrer al periodista, Kazim soltó sus manos de la cornisa, dejando que su cuerpo descendiera durante unos instantes. Con exactitud y acierto, hincó los dedos en el pequeño hueco del muro donde anteriormente tuvo apoyados los pies, consiguiendo frenar su caída libre. Mientras se balanceaba como si de un péndulo se tratase, echó un vistazo al ya no tan lejano suelo de la calle. Sin más dilación, se despegó de la pared impulsándose hacia atrás, para a continuación aterrizar grácilmente a cuatro patas; tal cual lo habría hecho un gato callejero.


   Desde su posición, era capaz de seguir escuchando los iracundos bramidos de Farid; más aún tras haber cesado su indiscriminada ráfaga de disparos. El joven vampiro aprovechó para concentrar sus sentidos sobrenaturales hacia lo que habría a la vuelta de la esquina. Sin lugar a dudas, allí se encontraba el extranjero al que había dejado recuperándose en su casa. Lamentablemente, percibía su aura muy debilitada y en vías de extinguirse en cuestión de segundos. De forma inmediata, se adentró en la callejuela contigua, esperando encontrarlo gravemente herido, con la idea de ponerlo a salvo e intentar curarlo de nuevo. Pero tras la nube de polvo provocada por el revuelo de balas que habían impactado contra el suelo, no había rastro alguno de persona alguna. Pensó que, a pesar de haber sido alcanzado por los proyectiles, habría conseguido escapar y refugiarse en la vivienda de al lado.


   Tras echar un vistazo hacia la terraza que tenía encima para cerciorarse de que Farid no pudiera verle ni alcanzarle, volvió a concentrarse para buscar cualquier traza que le pudiera llevar hasta la nueva posición del periodista antes de que éste muriera. Una leve chispa vital le indicó fugazmente que todavía se encontraba en plena calle, al contrario de lo que le demostraba su sentido de la vista. Kazim centró su atención en un pequeño cascote de escombro que aún destilaba exiguas reminiscencias del hombre de cabellos rubios. Justo cuando se disponía a abalanzarse sobre la piedra para poder examinarla y así descifrar lo que estaba ocurriendo, escuchó gritar al enfurecido miliciano desde su posición, encima del rellano de la azotea.

   —¡Maldito seas, extranjero estúpido! ¡Me aseguraré de que tus días acaben aquí y que todo lo que no deberías haber visto quede silenciado entre estas tierras! —amenazó Farid, volviendo a disparar su rifle en repetidas ocasiones—. ¡Haré que tu cuerpo arda y que no encuentres el descanso eterno!

   Ante la nueva situación de peligro, el muchacho pegó su cuerpo todo lo que pudo contra la pared, mirando de reojo hacia arriba para poder reaccionar a tiempo en el caso en que Farid se percatase de su presencia

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   Ante la nueva situación de peligro, el muchacho pegó su cuerpo todo lo que pudo contra la pared, mirando de reojo hacia arriba para poder reaccionar a tiempo en el caso en que Farid se percatase de su presencia. Seguía sin entender qué estaba sucediendo con el periodista y porqué sus sentidos le estaban jugando una mala pasada, dándole sensaciones evidentemente erróneas. Al menos tenía la certeza de que la clave estaba en aquella piedra. Si conseguía agarrarla, tendría la posibilidad de averiguarlo todo, pero para ello debía correr el riesgo de ser alcanzado por un disparo. Armándose de valentía, voló de un salto y alcanzó el tan preciado objeto. Pero cuando se disponía a ponerse otra vez a cubierto, escuchó un golpe seco tras él.

Bertram Kastner: El Origen OlvidadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora