Relevos

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Bendíceme, Padre, porque he pecado... Le dije a mi hija que podía usar la maleta debajo de la cama cuando la necesitara. Sé que suena ridículo pero le juro que cuando uno necesita de ellos, los alternos siempre están disponibles, ahí dentro. No debería sentirme culpable ¿verdad? Digo, ellos nos ayudan a vivir momentos por los que nadie debería atravesar y de esos ella tenía muchos. Su hermano, la escuela, los moretones que trató de esconder, su papá y sus amigas que se burlaban de ella.

Ciertamente no paro de pensar en el día en que me di cuenta que esa cosa no era mi Lucía. Sus gestos, su sonrisa, su forma de hablar. No tuve otra opción. Una como madre conoce a su cría y ella nunca me hubiera contestado así, mucho menos habría intentado asfixiar a su hermano. Yo no hice más que intentar regresar a ese monstruo dentro de la maleta. ¿Alguna vez había escuchado hablar de los alternos, padre? Esa maleta me la regaló mi mamá antes de irme a vivir con mi tío, cuando aún era una niña. Ahí descubrí que podía sacar versiones de mí que por mucho tiempo se hicieron cargo de situaciones cuando yo no podía. Supongo que Lucía no quiso volver a salir y de alguna manera la entiendo.

La verdad, Padre, no sé cómo decirles porque llevan días buscándola. No sé cómo explicar que mi hija no está perdida. Porque mi hija no está desaparecida. Lucía está debajo de mi cama, en la maleta.

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