Acosador

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Tomé la porta comida que estaba encima de la mesa y la guardé en mi morral con cuidado. Luego, le di un cálido beso a mi madre y abracé a mi papá. Sujeté las llaves que se hallaban detrás de la puerta y las deslicé en el bolsillo de mi pantalón. Después de asegurarme de tener todo listo, me dispuse a salir de mi hogar. El cielo aún estaba envuelto en la oscuridad de la noche, pero una tenue luz se asomaba en el horizonte, anunciando tímidamente que el amanecer estaba cerca. Cerré la puerta detrás de mí, dando un último vistazo a mi refugio familiar.

Caminé alrededor de 15 minutos hasta llegar a la parada de transporte público. Vivo en un lugar de clima frío, y solo esperaba que el transporte llegara rápido para poder sentir un poco de calor. Después de unos minutos, finalmente, el transporte llegó y con el cielo claro, me dispuse a subir. Tomé camino hacia mi universidad, aunque no había asientos disponibles, así que tuve que viajar de pie. Como siempre, había personas durmiendo, otras con cara de preocupación, gente perdida en sus pensamientos o en sus celulares; la rutina de los seres humanos.

Llegando a la universidad, me dirigí al salón de clases donde estaban mis amigas. Les saludé y esperamos a que la maestra iniciara la clase, ya que aún faltaban unos minutos. En un momento, alguien arrojó un papel a mi puesto y al abrirlo, descubrí que era una carta de un chico que solía sentarse en la parte de atrás del salón la mayoría de las veces. La carta era una declaración de amor, pero en ese momento no estaba interesada en una relación. Mi enfoque estaba en mis estudios.

Cuando salimos de clase, le dije al chico que era una persona muy amable y que su gesto era bonito, pero que no buscaba una relación romántica. Le sugerí que pudiéramos ser amigos. Él asintió con la cabeza, aunque se le notaba un poco triste. Le di un abrazo y continué con mis clases normales hasta que finalizaron. Era de tarde y me sentía agotada, pero mi día aún no había terminado.

Para poder pagar la universidad o al menos contribuir en casa, trabajaba en una cafetería cerca de la universidad. Mis jornadas laborales eran de alrededor de 6 horas diarias. Mi horario laboral transcurrió como de costumbre, atendiendo clientes, barriendo el local, limpiando mesas, recogiendo basura, saludando y esperando ansiosamente la última hora para finalmente ir a descansar.

Ya era tarde, alrededor de las 11 p.m., cuando cerré el local. Me dirigí a la parada de transporte público más cercana que me llevaría a mi hogar. Pero algo se sintió diferente esa noche. Al cerrar el local, percibí una energía inquietante y un ambiente sombrío. Me abrigué más y comencé a caminar más rápido. No sabía por qué me sentía así. Escuché pisadas detrás de mí y giré rápidamente, pero no había nadie a la vista. Seguí caminando, pero las pisadas se acercaban cada vez más. La iluminación de las farolas era tenue, lo que dificultaba mi visión. Volví a mirar hacia atrás y vi a una persona a unos 4 metros de mí, con una capucha que ocultaba su rostro. Permanecía inmóvil, solo mirándome, y no lograba distinguir su rostro. Me asusté y empecé a correr, gritando pidiendo ayuda, pero parecía que nadie me escuchaba ni venía en mi auxilio. Me sentía sola y vulnerable. Cada vez que volvía a mirar, esa persona seguía inmóvil, detenida.

Nunca se acercó más de 4 metros, y finalmente, cuando mi autobús llegó, pude regresar a casa. Estaba muy asustada y no dejaba de llorar mientras les contaba a mis padres lo que había sucedido. Aunque intentaron mostrarse tranquilos, noté que mi padre tenía la mano temblorosa y una expresión de horror en su rostro. Sin embargo, trató de transmitirme tranquilidad, y mi madre me reconfortó ofreciéndome una bebida caliente de hierbas.

Les di las buenas noches y subí a mi cuarto, donde lloré hasta quedarme dormida. A la mañana siguiente, no quería levantarme. Mis padres no subieron a molestarme, quizás pensaron que necesitaba tiempo para procesar lo que había ocurrido. Pasé el día en mi refugio en mi cuarto, excusándome en la universidad y en el trabajo.

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