Las brujas 🧙🏻‍♀️

4 1 0
                                    

                     🎃🎃🎃🎃

Las brujas, tradicionalmente, han
sido representadas como mujeres añosas y maléficas de cuerpo encorvado y de gran fealdad -con narices largas y el rostro poblado de verrugas-, que diseccionaban sapos y plantas para sus pócimas, y que sobrevolaban las noches en escobas voladoras para dirigirse a los aquelarres, las juntas o reuniones nocturnas de brujos y brujas, con la supuesta intervención del demonio transfigurado ordinariamente en figura de macho cabrío, para sus prácticas mágicas y supersticiosas.
El objeto que casi siempre se vincula a las brujas, consideradas cono las principales seguidoras de satanás en la tierra, es la escoba, que juega un papel fundamental en el traslado a los aquelarres.

Externamente tiene forma de rabo y en este sentido el horcón ofrece una cierta semejanza con los cuernos diabólicos y el simple palo muestra una analogía con el miembro viril, significado este que se consolida al recordar que la bruja lo monta generalmente desnuda y por la noche. Es curioso constatar que este elemento mágico aparece retratado en las imágenes que suelen plasmar algunos de los tratados medievales que versaban sobre la magia, la demonología y la brujería, y que se referían, entre otras cosas, a las bruja, los vuelos nocturnos, los conjuros, los conventículos y los maleficios que fueron perseguidos por la inquisición”, explica la académica española María Jesús Calvo, profesora de Humanidades de Toledo.

Los estudiosos del tema explican que las brujas eran, en realidad, mujeres que estudiaban las propiedades de las plantas, experimentando con sus propiedades curativas y alucinógenas a pesar de que estas prácticas estaban prohibidas por las ordenanzas de la época. Según varias teorías, por ejemplo, las brujas medievales usaban el hongo del cornezuelo del centeno o plantas como la belladona y la mandrágora para crear ungüentos y brebajes alucinógenos, que consumían como parte de sus rituales.

En ocasiones, para mitigar sus propios dolores, como las molestias menstruales, estas mujeres empleaban pequeñas dosis de plantas venenosas que les producían alucinaciones y la sensación de volar.

Sin embargo, la ingesta de estas pócimas entrañaban también efectos secundarios adversos, principalmente vómitos, mareos y dolores estomacales.

Con el tiempo, estas mujeres se percataron de que estos efectos adversos podían evitarse aplicando la mezcla a través de ungüentos, en una zona corporal en concreto donde el efecto se incrementaba: la vagina. Tras aplicar el ungüento en las zonas mucosas de sus genitales, el efecto se multiplicaba sin producir vómito ni efectos secundarios.

El placer, de ese modo, venía acompañado de las alucinaciones, y así comenzaron a aplicar el ungüento usando el palo de la escoba para frotarlo en sus áreas íntimas.
Jordanes de Bergamo, investigador del siglo XV que trató de cerca las persecuciones de brujas, relató en uno de sus manuscritos la costumbre de estas mujeres de aplicar la mezcla de estas pócimas sobre una vara para posteriormente montar sobre ella, además de extender los ungüentos sobre otras partes de su cuerpo.

En los juicios, algunas de las acusadas por brujería declararon sentirse levitar al entrar en contacto con las sustancias alucinógenas al frotarse con el palo de la escoba.

En la investigación del caso de Lady Alice Kyteler, una mujer europea acusada de brujería, que data del año 1324, se constató que “en el armario de la dama se encontró un envase de ungüento con el que asegura untaba un palo que luego montaba para pasar el ungüento a sus partes íntimas”.

Cuentos de la MedianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora