Ese momento, cuando al recostarnos me envuelves en tus lindos y delicados brazos, me hago pequeña, derribas los fúnebres muros y montañas de mi interior, me rompo a pedacitos; sin siquiera notarlo, reparas daños pasados, mi niña interior se regocija con tu amor y salta de alegría en nuestros encuentros, después de mucho, se vuelve a sentir a salvo estando contigo.