No daba crédito a lo que había pasado en el almacén. No podía borrar de mi cabeza la cara de horror de Luz, de asco. Cualquier cosa que pudiera soltar mi viejo amigo, mi maestro, por la boca, caería en saco roto porque era imposible contradecir el gesto de Luz.
¿Qué había traído a Vera? ¿En qué momento se había convertido en un monstruo? ¿Cuánto tiempo había estado ciega?
Repasé mi relación con él. Los momentos pasados en la cocina cuando yo solo era una cocinera joven que estaba muy verde y él me enseñaba los trucos del oficio. Las caricias, los abrazos demasiado largos, la chica que no estaba acostumbrada a las muestras de cariño de la gente que quería y las aceptó, las miradas extrañas de los compañeros.
Se me revolvió el estómago.
Salí del almacén y Paolo limpiaba agresivamente las estaciones. "¿Dónde está?"
"Sergi se ha metido en su habitación, como un bicho en su madriguera." Escupió. "Lo peor de todo es que sigue diciendo que Luz miente. No le he roto los dientes, porque acabo de conseguir la nacionalidad y no quiero más antecedentes..."
Sacudí la cabeza. "¿Luz?"
"La vi ir en dirección al despacho de Silvia."
Asentí. "Paolo, yo no sabía que él era así..." Tenía que explicarme.
"Lo sé, Ainhoa." Me reasuró. "¿Estás bien?"
Respiré hondo y negué con la cabeza. "¿Se ha estado aprovechando de mi?"
"No te tortures así, Ainhoa." Se acercó lentamente, poniendo las manos en alto. "No te digo que no haya alargado el contacto o acercado a sitios que no debía, pero ¿te ha violentado?" Sacudí la cabeza. "Pues no tiene sentido analizar cada gesto. Solo puedes hacerte más daño."
Me mordí los labios y asentí, perdida en mis pensamientos. "¿Crees que Luz me perdonará?"
"No tiene nada que perdonarte a ti. Tú no tienes la culpa de esto. Además, que estabas en shock." Volví a asentir como una autómata. Ojalá fuera así. Jamás me perdonaría perderla por su culpa. "¿Qué vas a hacer ahora?"
Saqué el móvil de mi bolsillo. "Tiene que irse de aquí. No lo quiero en mi cocina ni un minuto más. No lo quiero ni en el mismo pueblo." Paolo parecía estar totalmente de acuerdo. "Voy a llamar a una amiga. De repente, la historia que me contó de que estaba falto de inspiración en Madrid, no me encaja."
Terminé la llamada más helada de lo que había empezado y puse dirección al despacho de Silvia, donde Luz ya estaba con su madre y Clara y si no me equivocaba
"Hay que echar a Sergi." Me desinflé. Y las chicas, también, parecía. Clara me confirmó que precisamente hablaban del descubrimiento de que es mi maestro era en realidad... "Un cerdo. Es un cerdo. Eso es lo que es."
Busqué los ojos de Luz, anclándome en su mirada, haciendo que Silvia y Clara se difuminaran, ella era lo más importante. Compartí la conversación que acababa de tener con mi amiga y ex compañera de trabajo. Mi novia había tenido razón desde el principio, era yo quién estaba cegada, quién había tenido que esperar a que la acosaran a ella para darse cuenta.
"Luz, es que lo siento muchísimo." Le dije por fin. "Lo siento, lo siento, lo siento, porque es que..." Repetí acercándome a ella, esquivando a las chicas. "Dejarte pasar por todo esto, es que... De verdad."
Ella sacudió la cabeza y me cogió las mejillas. "Ya está, ¿vale? No hay nada que perdonar."
Nos quedamos atrapadas en nuestra burbuja y se me aguaron los ojos al ver que todo estaba bien, que no me guardaba rencor y que esto lo pasaríamos juntas, una vez más. Dejé una caricia en sus mejillas y bajé mis manos por sus brazos hasta tomar las suyas. Iba a besar sus manos, pero la voz de Silvia y Clara nos interrumpió y nos sacó de la burbuja.
Aún así quise mantenerla cerca mientras que decidíamos qué íbamos a hacer, así que le pasé un brazo por los hombros y ella automáticamente se pegó a mi. Sentirla cerca me calmaba.
Clara y Luz se pusieron rumbo al cuartel, para formalizar la denuncia, y Silvia llamó a Sergi al despacho. "¿Quieres que esté contigo cuando...?"
"No, cariño, no hace falta que pases por eso. Voy a preparar el papeleo y mañana a primera hora le comunico el despido." Asentí. "¿Tú cómo estás?"
Mi instinto fue responder que... bien, pero Silvia estaba sentada sobre la mesa de su despacho y me examinaba con los brazos cruzados. Ya sabía que bien, bien, no estaba. "Me pregunto si me he cruzado con alguien que merezca la pena toda mi vida antes de llegar a Vera, la verdad." Resoplé.
"Pues no te voy a negar que un poquito de mal ojo sí que has tenido, pero seguro que sí que has tenido gente buena en tu vida."
Asentí con una sonrisa triste. "Me da mucha rabia, porque significó mucho para mí, me enseñó muchísimo. Y ahora me doy cuenta de que es un cerdo y ha hecho daño a quien más quiero."
"Lo sé, cariño." Se acercó a mí y tomó mi mano. "No quiero imaginar lo complicado que es para ti y no sé qué consejo darte. Solo decirte que estamos aquí para apoyarte, ¿vale?"
Descolgué la cabeza. "Gracias."
"Ni Sergi ni Luz van a volver hoy a la cocina. Pero hay reservas y vais sacar las cenas, ¿vale?" Dijo, cambiando al tema inevitable, cómo íbamos a continuar
Asentí, no podía decir otra cosa. "Vale."
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Ya nada volverá a ser como antes
Fiksi PenggemarAlgo ha cambiado en Luz desde la llegada de Ainhoa al Hotel La Sierra. Una realización que le ha pillado de sorpresa y para la que solo tiene una certeza: ya nada volverá a ser como antes. Un recuento desde la perspectivas personales de las chicas d...