4 | Innocente

23 3 0
                                    

Ariana.

Escuchar a Ulises hablar idioteces me viene peor que un guayabo en la mañana. Esa gonorrea quiere que en un abrir y cerrar de ojos le rompa las piernas.

Estamos atravesando el estacionamiento de mi edificio, el cual no está tan abastecido de vehículos porque muchos comenzaron su lunes temprano.

Mi hermanito llegó hoy a primera hora para "ayudarme" a hacer guardia en la primera salida de los novios. Se lo estuve comentando a papá, y el muy necio metió su nariz.

No lo hace por la paga. Vino aquí a joder, porque quiere ver cómo me resulta eso de cuidar a mi amante y a su noviecita. Esto es como una de esas telenovelas de nuestro país que acostumbrábamos a ver con nuestro viejo.

Y claro que al respetable Dionisio le pareció una maravillosa idea que Ulises me acompañara. Según él, para evitar desmadres.

—No creo que esa chica te haga competencia, Arianita —comenta antes de subir al asiento del conductor—. No sale al público, pero vi unas fotos. Tiene veintiuno, pero parece una pela'a enfermita, pálida y plana como una tabla. Tú tenías mejores atributos a los quince.

Me quito los lentes y giro la cabeza para mirarlo con desprecio. Él arranca su deportivo. Vamos en el suyo auto y no en los de la familia para pasar desapercibidos de quienes reconozcan a los Acosta. La identidad de la novia debe ser reservada, exponerla significa ponerla en peligro.

—¿Quién habló de competencia, mamón? Cierra el pico, mejor. —Regreso la mirada al frente—. Estás hablando de la prometida del caporegime. Mantén esa lengua quieta si no quieres perderla.

Cambió el tema a uno que menos me importa. Ahora mismo me lamento de no traer mis audífonos. Estaría escuchando mi playlist favorita en lugar de toda la porquería que sale de la vulgar boca de esa gonorrea.

Paso de emisora en emisora hasta encontrar una que tenga buena música. Hoy en día, ponen muchas vainas de jóvenes. Necesito que este viaje sea lo más soportable posible.

De milagro encuentro una que está emitiendo Incondicional de Prince Royce. Finalmente, algo que sí vale la pena escuchar en este día, el cual, obviamente será una patada en el culo.

Los soldados de la entrada nos reconocen cuando bajamos los vidrios y nos dejan pasar. Los únicos que tenemos permitido entrar sin inspeccionar somos los de seguridad, la familia Acosta y miembros cercanos de LA'Costa. Y, desde el compromiso de Carmine, los San Luis gozarán de ese privilegio.

—Tú quédate aquí —demando y salgo inmediatamente del auto.

Saludo a Simone y Dumont; los que se encargan en este turno de cuidar la entrada principal. Simone me saluda con la mano y una sonrisa simpática, pero bajo sus lentes de sol siento otra intensidad que me sube el ego. Por otro lado, Dumont es más profesional y reservado, por lo que sólo da un asentimiento de cabeza e instantáneamente regresa la vista al jardín principal.

Al entrar en la mansión de los Acosta, lo primero que me recibe es la juzgona mirada de la esposa del Don. Adonna de Acosta es otra señora de sociedad que se cree mejor por ser de sangre real, tener riqueza, ir a la iglesia y cumplir todos sus deberes de esposa. Es una hipócrita, porque mientras se llena la boca sobre ser una persona honorable, olvida que duerme al lado de uno de los traficantes más peligrosos de Italia.

—Carmine pasará el día con su prometida, señorita Ariana. —Me mira de la cabeza a los pies—. Sería una falta de respeto ante la familia del asesor. Así que por favor, evítese un mal rato.

CARMINE ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora