Samira vio a Zeth mirarla con su inexpresivo rostro y luego de pestañar, el miró su taza de té y bebió el último trago. Dejando la taza en una mesita se levantó y salió de la habitación sin decir nada. Aquella actitud la ensombreció un poco.
—Tal vez nos estemos adelantando... aun no nos han entrevistado...— dijo Samira tímidamente.
—Oh! ¡No digas eso! La boda ya es un hecho... ¿Y Zeth? — se sorprendió Anisa al voltear y solo encontrar su taza de té vacía.
—Estaba aquí hace un momento...— comentó Latifa.
— Jajaja ¡Hombres! No le hagas caso, cuando se quedan sin palabras es porque lo deslumbraste...— dijo Anisa sacando una sonrisa a Samira y Latifa.
Zeth se alejó por los pasillos rumbo a su habitación, sintiéndose el más estúpido de todos... Tal vez parte de él lo había hecho huir del comedor, pero la verdad era que al verla con aquel velo blanco de novia recordó las hermosas telas que había traído del sur y que tal vez sea hora de dárselas... había pensado ir a buscarlas a su habitación para llevárselas a su madre y sugerir que la usen para la boda. Pero en el camino pensó que tal vez no sea buena idea... no ahora, tal vez, mejor esperar a que los entrevisten. En realidad, el solo quería que Samira supiera que su regalo no era ni cerca una forma de presionarla, que, si no les gustaba, él no se sentiría mal si no las usa para su vestido o decidiera dárselas a alguien más... Tal vez lo mejor sea, como su plan inicial, dárselas a su madre para que le haga saber todo aquello a Samira... pero su madre estaba tan empeñada en que el abra su corazón que era capaz de decir cualquier cosa... ¡Otra vez! Estaba pensando de más, otra vez en ella, otra vez como un estúpido analizando sus movimientos para hacerla feliz... esto debía terminar. Debía poner su cabeza y sentimientos en orden.
Entró en su habitación, muy molesto consigo mismo y se dejó caer de espaldas en la cama frustrado. ¿Qué rayos le sucedía? ¿Acaso Amín tiene razón? ¡No! Seguro son sugestiones... ¡Basta! Se estaba sintiendo un completo idiota, porque se estaba comportando como un verdadero idiota con el tema. En un arrebato de decisión se puso de pie, abrió su armario y sacó aquel envoltorio de papel de seda azul y salió del cuarto rumbo a la sala donde había dejado a las mujeres antes y se frenó solo un segundo en la puerta...
—Por supuesto que celebraremos aquí en el jardín...— Anisa estaba parada mirando por la ventana imaginando la decoración de la boda de su hijo menor... —Va quedar todo muy hermoso, podemos hacer traer flores de ciudad oeste si es necesario para tu ramo...—
— ¡Oh no Anisa, eso debe costar fortuna, nada me apenaría más! Podemos hacer lindos arreglos con lo que consigamos aquí...— dijo Latifa mientras servía más té...
Samira que guardaba las cosas de costura para tomar una taza de té levantó la vista y vio a Zeth en la puerta quien la miraba decidido y se estremeció por completo...
En ese instante, Zeth, estuvo a punto de dejar lo de las telas para cuando encuentre a Samira sola, pero no podía seguir dando rodeos al respecto. Su casamiento con Samira era inevitable, y esas telas las había comprado para su futura esposa, sea quien fuera.
—Ya que están hablando al respecto...— dijo con su voz grave Zeth e hizo una pausa para tragar saliva. Anisa se giró para ver con cara de sorpresa a su hijo menor al igual que Latifa dejó de servir té. Pero él se concentró en los ojos de Samira que ya se había sonrojado solo al darse cuenta que él la miraba. — ...Pensé que sería mejor darte esto ahora, Samira... Tal vez, te gusten y te ahorres tener que elegir nuevas en el mercado...— Se acercó a ella y le extendió el pesado paquete envuelto en papel de Seda azul marino y atado con un cordón rústico.
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Los hijos del Desierto
Roman d'amourEn medio de un nuevo éxodo, la gente busca volver al viejo continente donde las leyes y las costumbres son más fuertes que nunca en una búsqueda desesperada de repoblar el mundo. La poderosa sangre de los bendecidos por el dios Seth debe prevalecer...