La princesa Thia observó desde su ventanal las afueras del castillo. Admiró de nuevo los Anillos, preguntándose sobre su origen. Había leído un libro de historia donde hacían muchas hipótesis; desde sabios modernos hasta eruditos de antiguas épocas. Uno de esos eruditos decía que una antigua luna se había desmoronado, convirtiéndose en partículas de polvo y de roca que desde mucho antes del Florecimiento, giró alrededor del planeta desde ese entonces. Le gustaba debatir de ese tema con su padre.
Polvo de luna. Parecía mágico. Eran perfectamente visibles desde Tierras de Yerbasaltas, mientras que la luz reflejada en ellos hacía más claras las noches. Desde el ecuador, la Isla de Alakam y Melkan, los anillos se observan como una línea brillante recta que partía verticalmente desde el horizonte, rasgando el cielo. En Turia, los anillos eran visibles día y noche, así como en el norte.
Debajo, la ciudad Aunia, capital de Turia, era enorme y la oscuridad de la noche la mostraba fría y triste. Edificios de hasta cuatro pisos se levantaban imponentes a los pies de la colina donde el palacio del rey vigilaba. Solo veía colores oscuros y elegantes: techos de tejuelas marrones o planas terrazas grises, paredes de ladrillos ya viejos, mansiones blancas, palacios exuberantes y calles de adoquines que recorrían como venas hasta las costas dadas al mar. Para la princesa esa ciudad solo necesitaba un poco de color y sería la más hermosa de todo Asdras. Le encantaría ser ella quien la pintase.
—¿Por qué miras tanto tu ventanal, Thia? —preguntó Quenna acostada en la cama de Thia. El agudo y tierno sonido de su voz la sacó de sus pensamientos.
El cuarto estaba muy iluminado por las farolas colgadas a las paredes de piedra. Thia pintaba paisajes y colgaba los cuadros por todo el castillo, pero su habitación se había vuelto su estudio y se notaba; el suelo estaba lleno de tazas con pintura de agua y brochas sucias.
Quenna, de cabello plateado como la luna, ojos claros y aspecto desaliñado, se apreciaba cansada. No había hecho nada además de las clases de nado y de modales, pero estaba cansada como si hubiera trabajado en la mina por medio día.
—¡Pareces enamorada, hermanita! —exclamó Lenna recién entrando en la alcoba con su ropa para dormir, blanca y cómoda, tapando cuidadosamente los pies—. ¿Es el profesor de pintura? Es muy atractivo, pero muy viejo para ti.
—¡Por los Dioses Primordiales! —Thia se giró y las miró con reproche—. Solo estoy mirando la ciudad bajo Los Anillos, aunque la ciudad no sea tan preciosa. Es solo que extraño a papá. Eso me desanima. —Volió a mirar a través de la ventana—. Tenemos una hermosa vista desde aquí.
—Tú te ves hermosa, querida —dijo Quenna, sentándose a un lado de su gemela Lenna—. Esas perlas combinan perfectas con el vestido. ¡Solo mírate, todo te queda! Qué envidia.
Thia aún llevaba puesto el vestido con el que fue a la fiesta hace unas horas. Las fiestas en la capital Aunia eran más reuniones políticas que fiestas por lo general. Como Thia era la mayor de las princesas, debía asistir al menos dos veces por semana obligatoriamente. Eran en esas reuniones donde su madre, la reina, le enseña modales y cómo comportarse ante los nobles. Además, también practicaba de vez en cuando a bailar con los jóvenes que se atrevían a cortejarla.
—¿Has bailado con el hijo del embajador de Melkan? —preguntó Lenna. Las gemelas eran demasiado idénticas, a veces hasta a Thia le costaba distinguirlas. Sin embargo, sabía que Lenna era la que siempre se metía donde no debía.
—No es de su incumbencia —respondió Thia—. Además, no veo aún el motivo por el cual vienen a molestarme a mi dormitorio. Ya será la una, deberían estar dormidas.
—¡Oh, vamos, Thia! —insistió Lenna—. Sabemos que te gusta. Nos lo ha contado un pajarillo. Tal vez no era el profe de pintura después de todo, ¿no es así, Quenna?

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El Alma de los Cristales (Fantasía)
General FictionEl mundo que Thiara cree perfecto puede desmoronarse a causa de un joven Luth, quien llega a su vida gracias a un plan mucho más grande de lo que parece. Un amor, un secreto, un mundo repleto de fantasía y mucha acción.