IV

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Un rayo, delgado como un fideo, fue lo único que golpeó mi espalda. No recibí daño alguno, Kaira no volvió a atacarme. En su lugar, ella reía.

—¡Ja, ja, ja! Así que también conoces el rumor de que los semi cabra estamos locos. ¡Grandes mentiras son esas! Sacrificarme para vencer a un rival jamás pasaría por mi mente.

Mis piernas temblaban, por instinto abrí la boca y exhalé tanto como pude, había olvidado respirar. Todavía estaba atónito. Hasta que pude tomar control de mi cuerpo y caí arrodillado.

Kaira se aproximó gateando.

—Aunque estuviera loca, no me atrevería a lastimar al hermano de mi esposo. ¡Además!...

Bajó la mirada, sus palabras contenían cierta dolencia.

—Necesito saber por qué al verte siento algo en el pecho, siempre que me acerco a ti, se intensifica más y más. ¿Qué será? Esta sensación me hace pensar que... Que...

—K-Kaira.

—¡Que siempre estás en guardia para evitar que mordisquee tu camisa!

Caí acostado, perplejo, con la mirada fija en el cielo nocturno, pero perdida en la nada.

Los semi cabra mordían prendas, pero no de todo el mundo ni todo el tiempo. Era algo que hacían solo con familiares, grandes amigos o la pareja, en situaciones de una desbordante alegría, ansiedad o aburrimiento. Era un acto que se consideraba inmaduro entre su gente.

La primera vez que Kaira mordisqueó mi camisa fue cuando me preguntó si la consideraba una amiga. Le dije que aún más que eso, que era parte importante de mi vida.

—Escuché que eso lo hacen con quienes consideran su familia —susurré—. Soy tu cuñado, pero no te he hablado lo suficiente. No... No sé nada de ti, ni tú de mí.

—¿Qué? ¡¿Cómo que no?! Después de Avraliz, a quien más conozco es a ti, Matiiik.

—Es mentira —susurré—. N-no sabes nada de mí.

—¡Que sí! Mi cariño me contó cómo eras cuando él vivía en la catedral. Te gustaba vencer y vencer para ser más poderoso.

—¡¿Qué?! ¡No! No soy así, ¡ese era Avraliz! —reproché—. Eran entrenamientos, ¡lo que me importaba era aprender para mejorar!

—¿Y qué acabas de hacerle? Todavía te gusta vencer y vencer para no perder tu título.

—E-eso fue porque yo... —Desvié la mirada—. Avraliz hizo lo mismo en la catedral...

—¿Aaah? ¿Destruiste su escudo y casi le mutilas el brazo porque te pegó con una espadita de madera en un día de entrenamiento?

—No entiendes, es más que eso.

—¿Por qué no me lo dices?

—¿No te contaron lo que pasó allá?

—¡Por supuesto que no! Vi que mi cariño estaba herido, Ruina y el Cardenal me dijeron que fuiste tú. Vine directo a reprenderte, cosa que ya hice. ¡Lo que quiero ahora es que me respondas por qué no te dejas mordisquear la camisa! ¿Tuviste amigos semi cabra antes?

—¿No estás furiosa? Las heridas de Avraliz son graves, podría morir si no fuera por Ruina...

—Ay, Matik. Mi cariño no se dejaría asesinar por un berrinche, y tú no querías herirlo hasta ese punto, mucho menos matarlo. "Es una pelea de hermanos", eso fue lo que me dijo. No tengo por qué enfurecerme. Explícame por qué pelearon, quizá me enoje como tanto pareces querer.

¿Mi deseo? ¡Ser el protagonista de este mundo!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora