Sólo unos whats

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Tal vez él sería el último en su bandeja de chats pero aún así respondió. Claro, añadió un emoji que tal vez no decía mucho pero ahí estaba. Ojalá fuera suficiente para que eso le provocase una enorme sonrisa así como ella relucía últimamente en sus lives. Brillante, enorme, de un rojo seductor, bonita...

Soltó el celular y lo dejó caer a la cama, sonrojado pero confundido.

Happy le miró curioso cuestión que lo hizo sentir más patético; estaba sobrereaccionando a un sólo mensaje, a un sólo whats con un emoji que apuntaba con el dedo a un simple "deberíamos vernos".

Vernos para colaborar, trabajar, darle gusto a medio internet, ganar más views y hacer cosas que hace la gente en internet para no morir sepultado en las miles de miradas que buscan a los más 'especiales'. A conocerse, además.

Ella bien lo ha merecido, ahora brillaba con una luz casi cegadora muy a pesar de sus malos y vergonzosos ratos mientras que él, bueno, era un espectador con un lugar privilegiado, un secundario. Probablemente un amigo con el que jugaban a sacar suspiros de muchachitas en Tik Tok, entre dimes y diretes de un cariño que muy tristemente, ninguno sabía si era cierto.

Emoción para ella, era una novedad conocer a alguien así, ya saben, ¡nuevos aires para una nueva mujer soñadora!

Pero, confusión para él.

Él caía fácil, accedía aunque lo negara frente cámara, se burlaba cuando sus manos ansiosas buscaban algo para que no se las llevase al corazón agitado. Conmocionado, derrotado y descubierto en su propia mentira. No podía mantener la fachada de ser un fuck boy, nunca lo pretendió, pero se aisló en una imagen huraña y desinteresada pero sólo hacía falta hacerle zoom al rostro.

No lo podía ocultar, nunca ha sido un actor prodigio, mentir sus emociones delatan sólo un corazón que se sabe sensible por una mujer mucho más fuerte y radiante con un corazón probablemente del doble de su tamaño.

De nuevo miró el celular, ella no le respondería así de rápido así que esperaría de mínimo 4 horas. Ella tal vez estaba ocupada en amar a alguien de verdad y no sólo de ficción y queda por obvio que ella tenía derecho de hacerlo: Para empezar, reinas, no era más que un mame de internet. Una tontería que una niña pegando la pubertad comentó cuando vio que ambos cumplían el típico estereotipo romántico de las novelas japonesas.

El emo pelinegro cool con esa cliché manera de ser y la jovencita rubia/castaña/pelirroja con el ímpetu de un golden retriever que está llena de amor para el emo insufrible que no puede decodificar sus sentimientos en palabras porque la sociedad es también cruel con los hombres sensibles y las mujeres deben ser aquí las que los saquen de sus madrigueras como las buenas madres que serían.

Error.

Yeri no era como todos esos clichés machistas de las novelas japonesas que siempre concluyen en nada. Edward tampoco era ese soso personaje sacado de los delirios de un hombre de mediana edad promedio.

Ambos eran muy diferentes, tan diferentes a lo que el público estándar desea ver reproducir una y otra vez. Muy, sí, a contra de ellos dos.

Ella era de tal forma que era perfecta y él no podía ni debía interrumpir eso. Si ella ama tanto que todo se desborda en un caos total, él no estaba seguro de querer ahogarse en esas aguas porque eso significaba no sólo que su corazón terminase con una enorme herida sino que él no quería siquiera desbordar una lágrima en ella por su culpa. Era destruirse mutuamente y ninguno de los dos quería tocarse para romperse.

Romper esa ilusión de amor que internet creó en sus distintas plataformas, una ilusión que también los hizo adictos pues saborearon lo que era un enorme amor sin la necesidad de tocarse o al menos besarse. De recrearse casados, juntados, con hijos sin tener la responsabilidad de hacerlo y mantener la promesa de cuidar un amor sólo entre dos.

Sólo unos whatsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora