La ayudé a ponerse el abrigo y salimos del restaurante. El intenso aguacero había dejado paso a una ligera llovizna. Gotas diminutas en las que se reflejaban las luces de la ciudad. Minah se aferró a mi brazo mientras evitábamos los charcos al cruzar la calle y no me soltó hasta que entramos en el pub.
El lugar estaba lleno de gente.
Nos abrimos paso entre la multitud para llegar a la barra. A nuestra espalda, al fondo, un grupo de música tocaba una versión acústica de Live Forever de Oasis. Llamé la atención del camarero y pedí dos cervezas. Nos acomodamos cercade la esquina, donde una pareja acababa de marcharse dejando dos taburetes libres.
Bebí un trago largo y contemplé a Minah, que se lamía la espuma de los labios mientras observaba al grupo. Volví apensar que la vida es tan impredecible que asusta, y, por un momento, también pensé en el destino. Un concepto impreciso al que solemos aferrarnos cuando no encontramos una explicación lógica que nos ayude a comprender por qué nos pasan ciertas cosas y tu mente se llena de quizás
Quizá estaba escrito.
Quizá he estado caminando en círculos sin saberlo.
Quizá siempre ha sido ella y no he sabido verlo. Sentirlo.
El corazón comenzó a latirme con fuerza. Podíamos seguir fingiendo que no pasaba nada, que aquello no era más que un encuentro entre dos amigos. Una cita normal. Pero no lo era, y evitar la realidad no la haría desaparecer. Debíamos hablar del motivo que nos había llevado hasta allí.
Dejé la jarra de cerveza sobre la barra y llené mis pulmones de aire, en busca de un valor que me estaba costando reunir. Los primeros acordes de una nueva canción comenzaron a sonar.
-Oye, Mi...Giró el rostro y clavó sus profundos ojos negros en los míos.
-¿Sales con alguien? -me preguntó sin ningún preámbulo.
-No, desde hace mucho.
-Entonces, ¿no ha habido nadie importante en todo este tiempo?
-Nadie.
Hizo un puchero e inclinó su cuerpo hacia mí. Una sonrisa traviesa curvó sus labios.
-¿Aún no has superado lo nuestro, Hae Jun? -se burló. Me llevé la mano al corazón y respondí a su puchero con otro más compungido. Se echó a reír-. No debiste romper conmigo.
-¡Fuiste tú la que terminó la relación!
-En realidad, creo que ninguno lo hizo.
Nos miramos en silencio durante un largo instante. Ella tenía razón, ninguno lo hizo. Nuestra relación había sido una montaña rusa. Dos niños jugando a ser mayores. Que actuaban sin pensar, dejándose llevar por los impulsos. Orgullosos e inmaduros, comunicarnos nunca se nos dio bien. Así que le hacíamos daño al otro a propósito para llamar su atención, abriendo heridas que llenábamos de sal con cada nuevo problema que surgía. Hasta que, en una de nuestras muchas discusiones, decidimos alejarnos un tiempo.
Sí, también éramos unos cobardes que cerraron los ojos a la verdad: lo nuestro se había terminado. Lo habíamos asfixiado.
-¿Y tú sales con alguien? -quise saber. Se encogió de hombros y forzó una pequeña sonrisa.
-Hay un chico, aunque no es nada serio.
-¿Te gusta?
-No estoy segura, creo que sí.
-¿Crees? -la cuestioné; Minah no solía dudar.
-Es muy guapo, en ese sentido me gusta mucho. Pero solo hemos salido un par de veces, apenas lo conozco. Y ahora no sé si podré.
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Tú, yo y un tal vez
Romance¿Renunciarías a tu mundo por amor? ¿Bastaría ese amor, si perdieras todo lo demás? Él ha crecido en un entorno en el que las tradiciones y unos valores anclados al pasado dictaminan su futuro. Ella se siente tan perdida que le cuesta recordar quién...