Capítulo 8

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–Hola Nana —digo entrando en el salón de mi casa—. Muero de hambre.

—Llegas tarde hoy cariño, la cena está en el microondas, solo tienes que recalentarla.

Caliento mi cena y me siento a su lado en el sofá. Me mira entrecerrando los ojos.

–Como vea una sola migaja en el sofá limpiarás toda la casa.

–¡Nana! Oliver siempre come aquí y no le dices nada.

–Oliver causa menos desastre que tú.

–A veces te odio.

Me voy a mi habitación y termino mi cena. Me ducho y me meto a la cama dejando encendida solo la lamparilla de noche. Me coloco mis lentes y sigo leyendo mi libro justo por donde lo dejé.

Al cabo de unos minutos siento golpecitos en la ventana.

No, no, no, no, no.

¿En serio está aquí?

Oh yea.

Me acerco a la ventana y la abro lentamente causando el menor ruido posible.

–Hola —dice sonriéndome.

–Shhhhh —le hago una seña para que entre en silencio—. ¿Te has vuelto loco?

–Te he dicho que vendría.

–Pensé que era broma.

Se encoge de hombros caminando por mi habitación y observándola detalladamente. Llega hasta la puerta y pasa el pestillo.

–¿Qué haces?

–Solo por precaución —sonríe divertido ante mi cara de pánico—. Bonito pijama.

Llevo mi vista hasta mi pijama que consiste solo en una camiseta vieja y mis bragas.

–No mires mis bragas —lo señalo con el dedo.

–Pero si son bonitas —dice sonriendo.

–¿Quieres acabar con un ojo morado?

Levanta las manos en señal de rendición y yo me meto rápidamente bajo la sábana. Se sienta a mi lado en la cama observando el libro que descansa sobre mi almohada. Pone una mueca rara y me mira.

–¿Lujuria?

Oh oh.

Me muevo rápidamente para esconderlo detrás de mí pero es demasiado tarde, ya lo tiene entre sus manos y está leyendo parte del capítulo en el que estoy. Justo tenía que estar leyendo ese libro hoy, y justo una escena que incluye a Rachel y Christopher en una misma habitación haciendo cosas no aptas para menores de edad.

–Wow —dice cerrando el libro y mirándome fijamente, causando que se me enciendan las mejillas.—¿Quién lo diría ah? Una amante a los libros eróticos.

Abro la boca para decirle algo y la vuelvo a cerrar al ver que sonríe maliciosamente.

–Ya basta —digo tomando el libro y dejándolo sobre la mesita de noche.

Se acomoda pegando su espalda a la cabecera de la cama y mirándome. No me había fijado, lleva un pijama conformado por unos pantalones de algodón y una camiseta blanca. Incluso solo con eso se ve bien.

Se vería mejor si se lo quitara.

¡Calla!

–En qué tanto piensas.

–En nada —digo roja de la vergüenza.

–Y por qué te pones tan roja.

–¡Porque sí! Si sigues te voy a echar a patadas.

Llegas demasiado tarde (Libros 1 y 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora