Charles Leclerc, el famoso piloto de Fórmula 1, se encuentra en un punto critico de su carrera luego de haberse visto envuelto en un escándalo que por poco le deja sin un asiento para la temporada de 2024.
Desesperado por encontrar una manera de mej...
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OCTUBRE 2023
SABÍA QUE ESTABA MAL, entendía las muchas razones del porque su actitud era reprobable, entendía que aquella estúpida decisión le podría costar la carrera entera y aún así no le importaba.
El Charles de antes jamás habría llegado ebrio a un fin de semana de carrera. Pero el Charles de antes ya no existía, y al nuevo Charles le importaba un carajo aparecerse ebrio en donde fuera.
No sabía si era la resaca o si su situación ya le hacía darle poca importancia a todo lo relacionado con las carreras, pero en realidad no le importaba. Ni siquiera los gritos y el entero sermón que le habían dado los directivos lo había hecho reflexionar.
—¿Y le quitarán el lugar?— preguntó su compañero de equipo, al parecer él estaba mucho más consternado acerca de la situación.
Charles rodó los ojos y recibió un sutil codazo en las costillas por parte de Carlos.
—No corrió la carrera en ese estado así que técnicamente no hay motivo para sancionarlo— dijo su director —Sin embargo, las apariciones de Charles en estado no conveniente han sido cada vez más frecuentes y la gente está criticando ese comportamiento.
—Nunca me ha importado lo que diga la gente— dijo el monegasco encogiéndose de hombros y restándole importancia a lo que Vasseur acababa de decir.
—Al parecer a los patrocinadores si les importa y mucho; ya perdiste a Armani, Richard Mille está a punto de irse y Ray-Ban nos está presionando para que hagamos algo contigo.
—¿Ray-Ban? Sus gafas son las mejores para cuidar de mis ojos durante la resaca— dijo soltando una risita.
Aquél comentario no le hizo gracia a ninguno de los presentes así que Charles solo resopló y se cruzó de brazos para luego acomodarse en su asiento nuevamente.
No lo entendían, si ellos hubieran pasado por lo que él había pasado seguramente también querrían estar ebrios todo el tiempo para olvidarlo.
No lo entendían y nunca lo harían así que no se molestaría en explicarles, mucho tenía ya con hablar semanalmente con el psicólogo que por cierto no estaba ayudándole una mierda.
—Esto tiene que parar y tiene que parar ahora, Leclerc— sentenció Fred, golpeando su puño contra la mesa —Hay que limpiar tu imagen y te atendras a las consecuencias, harás lo que sea que los asesores te digan que debes de hacer.
—Seguro, actuaré de vuelta en el papel del niño dorado de Ferrari— le regaló una sonrisa hipócrita —Me voy a disculpar con todo el mundo por mi actitud tan incorrecta.
Sus palabras estaban cargadas de sarcasmo, quería decir y quería gritar a los cuatro vientos que estaba dolido, que dentro de si había un dolor tan intenso que solo se calmaba al estar bajo los efectos del alcohol, que el alcohol era el único que podía callar las horribles voces de su cabeza que a cada momento le recordaban el fracaso que era.
