Lo que no nos convenía.
LEILA'S POV.
Me estaba arreglando para una cita, si, quien lo creería, yo, Leila Dickens, para una cita con el engreído y arrogante Seth Mathews, ahora alguien saldría muerto y muy probable es que fuera Seth, pero Aria y Megan también tendrían sus repercusiones.
Una maldita cita, ¿Cómo si yo fuera algún objeto? Luego ellas me tendrían que explicar bien por qué razón estaba arriesgando mi vida en salir en una cita con Seth.
Si, era un poco exagerado, pero yo conocía muy bien a Seth. Créanme, cuando mencione todas aquellas cosas que él había hecho no era porque las había leído en su expediente, yo sabía quién era el farsante de Seth.
"no tan farsante", me recordó mi mente.
Bueno, pero es que lo mejor era odiarlo, lo sabía muy bien, me parecía estúpido que esas chicas que se enamoraban platónicamente de alguien que nunca estarían con ellas, y si yo sabía que la mejor forma de ignorar a Seth, era odiarlo, lo haría.
Seth, yo lo conocía desde mucho antes de entrar en la secundaria, de hecho, Seth vivía por esta zona, la primera vez que lo vi, fue diferente.
Yo tenía solo seis años, era una niña amargada como lo soy ahora, pero era una niña con cierta ilusión, la de su madre regresando con el helado que le prometió y dándole un abrazo. Siempre regresaba a ese árbol a esperarla, como la película del perro, hatchisco*, donde el animal siempre regresaba a la misma hora en la estación de tren para esperar a su dueño que se había muerto.
Y ahora yo, tenía la ilusión de que ella regresaría. Cuando tenía tres años, mi madre me había dicho que fuéramos al parque, yo la notaba triste, pero era solo una niña y quería poder columpiarme en los juegos del parque, ella se sentó justo en el banco que estaba al lado de un gran árbol, me miro jugar y cuando yo la llamaba, su cara hacia una sonrisa triste.
Cuando ya llego la tarde, ella me llamo.
-Leila -me dijo, tenía unas lágrimas en sus ojos, por lo que yo me asuste, nunca veía a mi mamá llorar -te amo tanto, mi niña, te amo demasiado.
- ¿Por qué lloras mamá? -la voz salía entrecortada, mi madre me beso la frente para luego pararse y tomarme en brazos, me dio un gran abrazo y me sentó en la silla donde ella estaba sentada.
-iré por un helado, espérame aquí.
Fue lo último que dijo, la tarde paso a ser noche, y yo no me movería de aquí hasta que ella llegara, algunas personas pasaban y me miraban como si fuera extraño ver a una pequeña de tres años sola en la noche en un parque, pero nadie hizo nada por preguntarme o ayudarme.
Y yo tampoco me movería, la esperaría, ella me prometió que volvería, ella dijo que me traería un helado. De pronto, una patrulla de policía sonó a lo lejos, yo me asuste, pero luego recordé que mi madre volvería, y ella me protegería.
Unos señores se acercaron hasta a mí, vi sus uniformes y me asuste, ellos me alejaron de allí, ahora mi madre no me encontraría.
Y así era cada día, me escapaba de los gritos de mi padre para esperar bajo ese árbol a mi madre, cada día con la misma esperanza, de que mi madre llegaría con un rico helado en sus manos y me daría un beso.
Esa tarde precisamente, yo estaba allí, veía a los niños jugar pero yo no lo haría, no hasta que mi madre regrese y me dé permiso de hacerlo. De pronto, sentí un balón en mi cabeza, me levante para ver donde me habían golpeado y sentí una montañita en mi cabeza húmeda.
Mis dedos se habían manchado con un poco de sangre, los niños me vieron y comenzaron a reírse, me senté en la silla para mirarlos y ellos seguían riéndose.
ESTÁS LEYENDO
Imposible quererte, profesor I ©
RomanceY cuando nos miramos, algo en mí se prendió, sus ojos, estaban llenos de un oscuro deseo que pronto termino por asustarme. Era mi profesor y yo lo acababa de besar, era mi profesor, y tal vez las cosas hayan cambiado, porque esto, lo que habíamos se...