LXXII

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Día 8. 18:50

—¡No mames! —exclamó el mexicano—. ¡12 putas horas para llegar hasta acá! —estiró su cuerpo—. No siento mis nalgas.

—Ya, amor, deja de quejarte —tranquilizó su pareja—. Por lo menos la vista está bonita.

—Sí, se ve bien el atardecer —agregó Ela.

—Bueno, cada quien agarre sus cosas —mencionó Mike otorgándole a los demás sus maletas— y vamos al hotel, porque no creo que nos quede mucho por hacer.

Uno por uno recogieron su equipaje y lo arrastraron al vestíbulo del lugar donde pasarían la semana.

[...]

Al llegar, Silvio junto con Ari fueron los encargados de pedir las habitaciones. Después vino el reparto, del cual un individuo no estuvo muy de acuerdo.

—Los cuartos se pidieron en parejas, así que cada uno que agarre a su amorcito y vámonos —avisó el castaño menor y levantó en brazos al peliazul.

—¿Cómo? ¿Qué hicieron? —les cuestionó el rubio.

—Yo realmente no dije nada. Él que nos acomodó fue Silvio —comentó Ari—. Son 4 habitaciones que se deben compartir en pares.

—¿Y eso de qué manera quedó?

—Pues... Novios con novios —especificó.

—¡Yo no tengo novio, Silvio! —reclamó Miguel.

—No, pero tienes a Ari y eso creo que es suficiente —le respondió, colocando a su pareja de pie en el suelo.

—Déjame adivinar; las habitaciones solamente cuentan con una cama matrimonial, que es para dos.

—¡Correcto! —gritó feliz—. Te ganaste un dólar —le brindó el billete luego.

—Ah, ¿¡Te das cuenta con quién tengo que compartir!?

—Si les molesta puedo pedir otra... —quiso apoyar el especialista.

—¡No! —interrumpió el de ojos azules oscuro—. Él se duerme contigo y se acabó.

—Mejor, ¿No les parece si Mike se queda conmigo esta noche, mientras lo asimila, y que Ari se quede con Andrés? —sugirió Javier—. Jiji —soltó la risita nerviosa.

Todos se vieron entre sí, casi tomando la decisión con su simple mirada seria.

[...]

—¡Maldito Silvio! —se quejó el de ojos grises en compañía de su amigo pelinegro—. ¡Siempre se la pasa cagándola!

—Relájate, Mike —intentó calmarle al mismo tiempo que leía una revista.

—Lo único que me reconforta es que Ari y Andrés son las personas más maduras que conozco.

—Y no tienen problema. Seguro de niños hacían eso de dormir juntos a veces... Sin intenciones oscuras —aclaró Trollino.

—Estoy enojado por la elección que se hizo al final, pero de verdad no me siento listo para dormir al lado de Ari —reposó en la cama y suspiró—. No puedo creer ahora lo insistente e infantil que era antes.

—Es que estabas enamorado de verdad y no te culpo; conseguiste a alguien muchísimo mejor que cualquiera.

—Así parece —sonrió de lado.

Mi Psicólogo (Mikerap)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora