Prologo

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El pequeño principito corre por los pasillos con gran sigilo, huyendo de los sirvientes y guardias.

Con éxito, llega hasta monte dragón y apura sus pies.

El niño mira a cada lado. Su cabecita se puede ver asomada hasta la altura de los ojos en algunos lugares, luego desaparece y aparece más lejos.

Corre entre los caminos hasta su objetivo.

Hasta que sus pies dejan de tocar el suelo.

―¿A dónde vas pequeñín? ―el niño suelta un grito.

En menos de un instante está colgado de cabeza. Su guardia protector, Ser Rodrick, lo sujeta por el tobillo.

Tuvieron que asignarle un guardia para evitar justamente esto... Aunque a veces sea inútil.

El mayor deja a su príncipe en el suelo, sobre sus pies.

―¿Intentando domar dragones otra vez? Su madre no estará contenta. ―Le da una mirada acusadora. ―Ese es un verdadero dragón. ––Le desordena el cabello.

Ser Rodrick es un caballero joven, unos dieciséis días del nombre quizá. Simpático y tranquilo, es como un amigo para el príncipe. A veces su compinche en travesuras inocentes.

―Por favor. Acompáñame. ―Suplica el principe.

―Por los dioses. Menos mal lo encontraste ―la princesa suspira con tranquilidad. Pero luego cambia su rostro a uno severo y lo lleva de la mano―. Vamos, a tu habitación.

Tira de la mano de su madre, pero Rodrick está allí para sujetarlo si intenta escapar.

Rhaenyra se pregunta a quien salió tan terco y caprichoso. A veces su esposo le resulta insoportable y es complicado llevar a cuestas una versión más infantil de la mano.

―Ser Rodrick ―un guardia lo llama. ―Es necesaria su presencia.

El guardia asiente y luego se agacha a la altura del niño.

―Nada de travesuras hasta que vuelva. ―Hace una reverencia hacia la princesa y se va.

Él no responde, se limita a quedarse al lado de su madre y mirar con el ceño fruncido.

Un rugido emerge de la profunda oscuridad de la cueva. Ni siquiera las cientos de antorchas son capaces de iluminar debidamente el camino, la oscuridad se traga la luz.

El pequeño príncipe estira su mano en dirección de las cuevas.

Se muestra insistente.

Jura que ese rugido es un llamado para él. Uno de esos dragones lo llama.

Pero son solo imaginaciones de niño y el pleno deseo de poseer un dragón. Eso es lo que se espera de un Targaryen, aunque es demasiado pequeño para preocuparse por eso le dicen siempre.

Pero a él no le interesa.

Se escucha otro rugido que hace temblar el suelo débilmente. Aún así se siente poderoso.

La mirada del niño se ilumina.

―No, no, mi dulce niño. Nada de intentar entrar en las cuevas.

―Pero, maaa. ―Hace un pequeño berrinche.

Ni siquiera él sabe cómo logra soltarse del agarre de su madre y se sienta en el suelo.

Rhaenyra no puede agacharse, el vientre de siete meses de embarazo se lo impide.

Se cruza de brazos y pone la cara más fruncida que puede.

―Pronto tendrás un dragón, Aenar. ―Su madre le habla con cariño, no puede enojarse con él. Entiende que hubiera sido igual de no haber tenido a su compañera Syrax desde el principio― Eres muy pequeño aún para meterte allí y reclamar un dragón. Debes estar listo.

𝒯𝓇𝓊𝑒 𝒽𝑒𝒾𝓇𝓈 (ᴬᵉᵐᵒⁿᵈ ᵀᵃʳᵍᵃʳʸᵉⁿ ˣ ᴼᶜ!ᴹᵃˡᵉ)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora