𝒯𝓇𝓊𝑒 𝒽𝑒𝒾𝓇𝓈 (ᴬᵉᵐᵒⁿᵈ ᵀᵃʳᵍᵃʳʸᵉⁿ ˣ ᴼᶜ!ᴹᵃˡᵉ)

Uno

Presente.

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El vuelo en Vermithor había sido increíble. Tan lleno de adrenalina y peligro.

Una razón más para que madre me regañe y luego me revise igual que cuando era niño para asegurarse de que estoy bien.

Mientras que mi padre me halaga y luego hace un comentario más para dejar en claro que sigo siendo su alumno.

Los pasillos de la fortaleza están algo desiertos y muy silenciosos.

El ala de aposentos de príncipes está siendo custodiado por guardias.

Pero hay más movimiento en una habitación en especial.

El principe Aemond había vuelto de una misión importante. Una rebelión se estaba gestando en Dorne y fue su tarea comandar un ejército en compañía de ser Criston Cole.

Al parecer no fue tan bien para el príncipe. Según rumores, el príncipe fue atacado por sorpresa y lo dañaron.

Siento curiosidad y voy a ver sin dudar.

Asomo despacio y miro por la abertura de la puerta.

Los maestres están ocupados limpiando la herida en el ojo del principe Aemond. Incluso parece que están reforzando los puntos.

Su rostro permanece imperturbable, con la mirada perdida. Parece estar concentrado en no mostrar debilidad y lo logra.

Si no fuera por el brillo de sus ojos y como parece gritar en su mente, pensaría que está muerto.

Entonces su mirada choca con la mía y como si algo me controlara, me aparto de la puerta. Algo estúpido porque ya me ha visto.

No importa.

Simplemente me alejo de allí y voy hasta los aposentos de mi abuelo. Llego exacto para su hora del té, siempre hago lo mismo. Vuelo por el medio día y visita al abuelo una hora después.

Viserys dice que mi euforia lo contagia y llena de vítalidad.

Me aseguro de tener en mi bolsillo la medicina que yo mismo elaboré.

Solo es una mezcla de hojas de menta y jengibre para poner en su té, algo fuerte para que el abuelo Viserys pueda sentirse mejor y respirar bien.

―Abuelo ―saludo cuando entro a la habitación.

Alicent está allí acomodando a Viserys para que esté más cómodo.

―Reina Alicent.

―Príncipe Aenar. ―La reina dibuja una suave sonrisa en su rostro. No me detengo a estudiar su expresión y me concentro en lo que he venido a hacer.

La reina nos deja solos.

―Supongo que aún estás de ánimos para recibir una visita.

―Mi nieto adorado, cada vez que te veo te reconozco menos. Cada vez estás distinto. ―Me acerco para darle un fuerte abrazo― Ya eres todo un hombrecito.

―Papá sigue llamándome mocoso.

Le preparo el té y se lo entrego.

―Está celoso de que ha tu edad lo estés superando. ―El abuelo sonríe. ―Ya se le olvidará.

―Pues haber ido a menos burdeles y entrenado con la espada de acero.

Mi comentario lo hace reír a carcajadas aunque cargadas de aire y tos por momentos. Su pecho debe arder como el infierno.

―Eres tan parecido a tu padre y tan distinto a la vez.

No me gusta que me digan lo igual que soy.

Es como si viviera bajo su sombra la mayor parte del tiempo.