Capítulo 2: El deber acaba tras la muerte

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-Que el miedo no sesgue tu juicio, si quieres vivir lo suficiente para usar una armadura, el emperador nos protege a todos-. Elena se levantó jadeante de la camilla. El olor a antisépticos y desinfectante asalto sus fosas nasales, estaba en la enfermería del bunker. Se levanto de la camilla y un mareo intenso inundo cuerpo, en ese momento un par de manos robustas la sujetaron de los hombros. Miro a su lado y vio a un hombre vestido con una bata, <ah, parece que Leire me hizo caso> pensó. El medico la volvió a colocar en una camilla. -no debería moverse antes de que le haga una revisión hermana-.

Elena observo al hombre -oh... claro... ¿Cuál es su nombre? -

-me llamo Emilio, hermana- saco una linterna y empezó a revisar sus pupilas

-Bien hermana, no hay signos de daño cerebral, puede retomar sus funciones, si siente algo extraño puede venir y la revisare- Emilio volvió a guardar su linterna

-claro- Elena miro al hombre, su mirada parecía cansada, parecía alguien que había vivido lo peor de la guerra. Era robusto y su pelo ya había tomado color ceniciento. Elena miró su propio cuerpo. Tenía vendas y parches por todos lados. Era evidencia de que la pelea había sido dura. Estas sobresalían de su bata de paciente. <Al menos no perdí ninguna parte del cuerpo>. <Dicen que las partes protésicas por lo general son de mala calidad y que fallan con mucha rapidez>. En ese momento recordó a Diana, la chica tenía prótesis en ambos brazos y piernas. Cuando le pregunto de eso le dijo que acercarse a la maquina era acercarse a la perfección.

Probo volver a levantarse, todavía estaba mareada y le dolía la cabeza. Pero no importaba. El doctor le había dicho que estaba bien de salud. Camino hasta una mesita donde había una pila de ropa militar, de ahí tomo lo que necesitaba, un pantalón de faena, una musculosa y un par de botas. Ropa estándar para cuando no tenían puestas las servoarmaduras.

Camino hasta el baño de la enfermería y se quitó los vendajes. Estaba como nueva pese a al enorme injerto de piel blanquecina en su cuello. Ese recuerdo había vuelto a su mente, se sometieron a un escaneo genético luego del combate como medida preventiva. Y resulto que ella junto con Julia habían sido infectadas. Ella recuerdo en su instrucción para ser hospitalaria que la única solución para la infección tiranida era ejecución sumaria.

Escucho unos pasos que se acercaron a la puerta del baño. -gracias al emperador ya despertaste- Elena podía identificar esa voz melodiosa en cualquier rincón de la galaxia, era Florencia. Termino de vestirse y salió, tapándose el injerto de piel en su cuello con una mano. - ¿Qué paso con Julia? - cuando se levantó ella era la única en la enfermería, ¿y si a ella no pudieron quitarle la infección? Porque entonces a ella si la salvaron. No tenia sentido.

-se recuperó unos días antes, la ceramita pido detener la mayoría del injerto, así que fue superficial-

-me alegra oírlo- suspiro Elena aliviada de la noticia

Florencia noto que Elena no dejaba de taparse en injerto de piel con su mano. tomo su mano y la retiro de su cuello. -agradezco al emperador que tu herida no haya sido más grave-. Menciono Florencia -no deberías tocar mucho esa zona, está recién operada y podría infectarse- dijo aun sujetándola de la mano

Elena tartamudeo nerviosa -eh...ah...si...tengo que ir a reportarme a Leire- dijo Elena apartando soltando su mano y huyendo nerviosa hacia la puerta - ¿sabes dónde se encuentra? -

-s...si debe estar en la sala de entrenamiento- dijo Florencia luchando contra la intensa vergüenza que sentía.

Elena se marchó y Florencia miro hacia la enfermería. pudo distinguir los pies del doctor que se había metido detrás de una cortina a beber recafeinado - ¿hace cuánto que está ahí? - pregunto mirando la cortina.

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