CAPÍTULO 7

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Alma había decidido ir a la pileta de la Universidad con Paulo, Leandro, Enzo, Julián y Alejo después de que los chicos terminaron de entrenar. Eran casi las seis de la tarde y todos se estaban quejando porque desde que habían llegado, nunca habían ido a la pileta del lugar, entonces ella propuso que fueran en ese momento y ahora estaban los seis, tirándose agua y riéndose en el natatorio.

Con Lautaro no había hablado en todo el día porque simplemente no se animaba a sacar el tema de conversación con el jugador y muchísimo menos, mirarlo a los ojos y fingir que no había pasado nada entre ellos el día anterior. Sabía que tenía que hacerse responsable por aceptar el beso y seguírselo pero tenía miedo de terminar lastimada si hablaba con él. Había bajado a desayunar cuando la selección ya estaba entrenando, almorzado con Alejo afuera de la Universidad y apenas los chicos se habían liberado, se había escapado al natatorio con ellos. Estaba intentando absolutamente todo para no cruzárselo y lo había logrado hasta que el número veintidós, entró al natatorio con la malla y la toalla en mano.

Apenas lo vio entrar, Alma dejó de prestarle atención a los chicos y se sumergió en el agua en un pobre intento porque no la viera. Probablemente, el jugador ya sabía que estaba ahí y ella nunca había sido buena para mantener la respiración por mucho tiempo abajo del agua. En esos pocos segundos que sus pulmones aguantaban la falta de oxígeno, se puso a pensar en qué hacía ahí el jugador. Estaba segura de que Alejo no lo había invitado porque, como sabía que supuestamente no se llevaban del todo bien, prefería juntarse con él cuando ella no estaba. Seguro había sido Julián porque, además de Enzo, Lautaro era uno de los más cercanos al nueve de la scaloneta y cómo no sabía la situación incómoda existente entre los dos, había pensado que era una buena idea invitarlo. Después de todo, cualquiera de la selección tenía el derecho a disfrutar de la pileta de la Universidad y Alma no era nadie para impedirlo. Si el día anterior no se hubiesen besado y ahora no supiera como estaban las cosas entre ellos dos, no le molestaría tanto compartir una tarde en la pileta con el veintidós. Con el pasar de los días, había aprendido a no sentirse tan rara con su presencia y creía que estaban teniendo una evolución en su relación: habían pasado de mirarse de mala manera e irritarse por la existencia del otro en el mismo espacio, a poder saludarse bien y cada tanto tener conversaciones bastante interesantes. Porque tenía que admitir que cuando el jugador no la trataba con indiferencia, era entretenido hablar con él, más sabiendo que no solía abrirse de esa manera con la gente cercana o con sus amigos y compañeros de equipo. Parecía solo sentirse cómodo con ella para hablar de esos temas y a Alma no le molestaba porque se había dado cuenta de que le interesaba el bien estar suyo y que esas charlas hacían fluir más su relación. Relación que estaba escalando progresivamente hasta que Lautaro había decidido besarla y ella le había seguido el beso.

Salió del agua de golpe, tomando una bocanada de aire y llamando demasiado la atención. Todos la miraban con cara de confundidos excepto Alejo, que estaba intentando no reírse por su actitud y Lautaro que había vuelto a la seriedad con la cual solía mirarla antes de que supiera su nombre siquiera.

—¿Todo bien, Almi? —preguntó Paulo intentando descifrar qué le pasaba. Fruncía el entrecejo, haciendo evidente que estaba muy concentrando en tratar de entender por qué estaba actuando de esa manera.

—Sisi, tranqui. —Ella intentó regular su respiración mientras buscaba una buena excusa para que le dejaran de prestar atención. No se le ocurría nada—. Estaba intentando contar cuánto tiempo podía aguantar abajo del agua.

—¿Y cuántos segundos contaste? —quiso saber Enzo.

—¿Cómo? —No sabía por qué pero se había descolocado por su pregunta.

¿Era relevante? Lo quería a al veinticuatro pero no estaba cooperando con la mentira tan pobre que se había inventado.

—¿Cuánto tiempo pudiste aguantar la respiración abajo del agua? —repreguntó sin entender la duda que estaba teniendo Alma.

Un mundial diferente | Lautaro MartínezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora