Capítulo 37

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Salgo de mi habitación y lo primero que hago es llamar a la puerta de Leo. Sabía que no habían muchas probabilidades de que estuviera allí pero tenía que intentarlo. Julia me abre y su cara de decepción deja en evidencia lo mucho que estaba deseando que no fuera yo la que estuviera al otro lado del umbral, sino nuestro mejor amigo. Tiene los ojos rojos e hinchados, y su rostro parece congestionado por la angustia y la tristeza.

-Julls... -murmuro con pena-. ¿Leo está aquí?

La joven se muerde los labios y niega con la cabeza antes de cubrirse el rostro para seguir llorando. Mi corazón se parte en dos y no puedo evitar acortar la distancia entre nosotras para encerrarla en mis brazos en un intento de abrazo que consuele por un momento su tristeza. En el poco tiempo que llevábamos de amistad me había encariñado con aquella joven dulce y sensible.

-Todo va a estar bien, Julia -murmuro sobre su hombro mientras le acaricio suavemente la espalda.

-¿De verdad lo crees? -responde afligida una vez que se separa de mí abrazo y asiento con la cabeza-. ¿Entonces porqué siento que Leo va a alejarse de nosotras?

-Porque tienes miedo de perderlo. Y estoy segura que él está actuando de esa manera porque se siente igual que nosotras.

Julia mira al suelo y cierra los ojos con fuerza, como si quisiera luchar contra sus propios pensamientos.

-No lo sé, Char. Aún no termino de descifrar sus sentimientos pero algo me dice que nos va a hacer a un lado para no lastimarnos y... y yo... yo...

Mi amiga arruga el rostro y vuelve a llorar.

-No puedo perderlo, Charlotte. A ninguno de los dos. Son lo único bueno que me pasó en mucho tiempo y no creo que pueda sobrellevarlo.

-No lo vas a perder, Julia -respondo mientras la tomo por los brazos para obligarla a que no corte el contacto visual-. Voy a asegurarme de que Leo supere toda esta situación y se le borre cualquier estúpida idea de la cabeza. ¿De acuerdo?

Julia asiente y se seca las lágrimas con el puño de su camiseta.

-Ahora intenta descansar un poco antes de que encuentre a tu novio y traiga su molesto trasero hasta aquí.

A la joven se le escapa una sonrisa y relajo mis hombros. No podía calmar su dolor, pero iba a hacer lo necesario para que Leo volviera a su lado. Me despido de ella con un último abrazo y salgo disparada por el pasillo en dirección al patio del campus. No tenía idea de dónde podía estar pero después de correr sin rumbo fijo como una demente veo la silueta de un chico sentado en uno de los tantos bancos que decoraban el patio universitario.

Me acerco a Leo con cuidado, como si estuviera caminando sobre hielo delgado. Y cuando llego a su lado me quedo de pie por unos segundos para observarlo mejor. El humo del cigarrillo que está fumando lo envuelve como una manta protectora. Tiene el semblante triste y la mirada perdida. Su rostro está rojo al igual que el de Julia y no puedo evitar sentir una puntada de dolor en el pecho. Odiaba ver a mis amigos sufrir, y su pesar se convertía automáticamente en mi pesar.

-¿Puedo hacerte compañía? -pregunto cuando gira su cabeza y sus ojos se encuentran con los míos.

Leo asiente y se mueve hacia un costado para hacerme lugar en el banco. Una vez sentada me cruzo de piernas y juego nerviosa con mis manos mientras me tomo un momento para calmar el caos de pensamientos que rondan en mi mente. Sin embargo, el joven habla primero.

-¿Recuerdas este banco?

Miro de reojo a mi amigo y asiento con nostalgia. En aquel lugar habíamos tenido una de nuestras primeras conversaciones serias. Ésa noche le había contado lo mal que me sentía después de que Tara y Lara me habían dado la espalda porque estaba saliendo con Matt. Y Leo había sido el único que se había tomado la molestia de escucharme y aconsejarme como ninguna de mis amigas lo había podido hacer.

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