Capitulo 11: Exigencias.

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Abi le pidió a Lucca que se encontraran en la cafetería de la empresa. Cuando lo vio llegar vestido formalmente con un traje Hugo Boss, se enamoró aún más de él. ¿Puede ser tan hermoso? pensó ella... Pero en su rostro no había rastros de Francesco, y eso la desilusionó profundamente.

Él se sentó frente a ella y ambos pidieron un café. Necesitaba decirle todo lo que tenía en mente y demostrar que no era ninguna tonta. A pesar de haber aceptado casarse con él, también tenía sus exigencias, y su futuro hijo era una de ellas.

Antes de comenzar a hablar, Abi sacó una buena cantidad de dinero y lo puso sobre la mesa, sorprendiendo a Lucca, quien abrió mucho los ojos.

—Esto es lo que me prestaste en Italia.

—No es necesario, Abigail. Puedes guardártelo —contestó con frialdad.

—No quiero tus limosnas —respondió, enojada.

—Muy bien, como prefieras —Lucca tomó el dinero y lo guardó—. Abigail, ¿qué quieres? ¿Para qué querías verme? —preguntó, sorprendido por su insistencia.

—Tengo algunas exigencias respecto al contrato. ¿O solo tú puedes poner exigencias?

—Claro que no, eso es lo que me gusta de ti, Abi: eres la mujer más dulce que he conocido, pero tienes un carácter muy fuerte. Serías perfecta para ser la CEO de tu empresa. Te escucho.

—Primero, no me llames Abi. Segundo, no uses palabritas porque conmigo ya no funcionan.

—No puedes haber olvidado todo lo que pasamos en Italia —le recordó, burlándose de ella.

—Pues, ¿sabes qué? Sí lo hice. Cuando me dijiste que tú no eras Francesco, todo lo que sentía por él se fue por arte de magia. Pero gracias a ti aprendí a no volver a confiar en nadie.

—Perfecto, Abigail. Dime tus exigencias y veré si puedo aceptarlas.

—Si no las aceptas, no habrá casamiento. Prefiero quedarme en la calle antes que dejar que tú críes a mi hijo.

—Abigail, no estás en condiciones de negociar. Hay muchas mujeres que querrían casarse conmigo.

—Entonces, ¿por qué no te buscas a otra para arruinarle la vida?

—Porque tú eres el mejor partido. Eres hermosa, inteligente, una buena persona. Mi abuelo quedará encantado contigo.

—Entonces tendrás que aceptar mis exigencias si quieres que me case contigo y puedas cobrar tu bendita herencia.

—Dime, te escucho.

—Primero y principal, dejarás que siga trabajando en mi empresa.

—No tengo ninguna objeción —aceptó Lucca.

—Me dejarás ir a la exposición de los últimos modelos —Abi continuó enumerando sus exigencias.

—Puedes ir. Estaremos en Italia. Además, por si no lo sabes, soy el organizador.

—Tendremos relaciones sexuales solo cuando yo quiera.

—¿Por qué, Abigail? Sabes que la pasamos muy bien en la cama —acotó, burlándose de ella al ver que se ponía colorada.

—Eso ha cambiado, Lucca. No eres Francesco. No será lo mismo.

—Francesco y yo somos la misma persona.

—Podrán ser la misma persona, pero Francesco era diferente. Tú eras diferente como él. Eras bueno, tierno. Eres un gran actor. Pero yo fui la tonta porque siempre dijiste que no confiara tan rápido y que las apariencias engañan.

—Quizás el verdadero Lucca es el que conociste en Italia.

—No estoy segura. Me equivoqué una vez pensando que eras buena persona. No caeré dos veces.

—Perfecto, Abigail. No tengo todo el día. Tengo mucho trabajo que hacer. ¿Vienes conmigo a firmar o no?

—Espera, falta algo más: nuestro hijo. Una vez que nos divorciemos, él viene conmigo.

—¿Estás loca? Eso sí que no. El niño se quedará conmigo. Es el futuro heredero de toda la fortuna familiar y necesita tener la educación que tuve yo.

—¿De qué sirve tener tu educación si no tienes corazón? No voy a permitir que mi hijo sea frío e insensible como tú.

—Mira, Abigail, puedo aceptarte todas las condiciones que quieras, pero el niño se queda conmigo.

—Entonces no hay casamiento, Lucca —respondió enojada, levantándose de la mesa para irse.

—Abigail, no quieres conocerme enojado.

—Y tú tampoco a mí —se marchó, dejando a Lucca solo y enojado en la mesa.

Abi se subió a su auto y se dirigió a la empresa. Allí se encontró con su padre.

—Papá, tengo que hablar contigo.

—Acaba de llamar Lucca. Dijo que no habrá casamiento.

—Lo siento, papá. Pero no puedo aceptar sus exigencias —exclamó Abi, abrazando a su papá—. Quiere usarme para tener un hijo y luego quedarse con el niño, y no voy a permitírselo.

—Nunca te obligamos a hacerlo, hija, y está bien lo que has decidido.

—Gracias por entender, papá, pero sé que no se quedará tranquilo.

Minutos más tarde, regresó a su casa, se tomó una ducha y se sentó a mirar un poco de televisión. Necesitaba dejar de pensar en ese idiota de Lucca; sin embargo, por más que lo intentaba, no podía. Lo amaba tanto. Jamás pensó enamorarse así de alguien y que ese alguien fuera un insensible sin corazón. Sentía mucha culpa por dejar que la empresa se fuera a la quiebra, pero no iba a permitir que un hijo suyo se convirtiera en algo así.

Estaba cambiando de canal cuando vio una noticia que le llamó poderosamente la atención:

"Empresas Moreno en la quiebra total."

"¿Cuántos empleados se quedarán sin trabajo?"

"Pedro Moreno quebró las empresas de la familia."

"¿Qué tiene que ver Lucca Chiaraviglio en la quiebra familiar?"

Abi no podía creer lo que estaba escuchando. Lágrimas corrían por sus mejillas sin parar. Esto tenía que ser obra de él; es un demonio de verdad, no le importa nada con tal de conseguir lo que quiere. En ese momento, su teléfono comenzó a sonar y notó que era Lucca quien estaba llamando. No dudó en contestar.

—¿Qué quieres? —gritó, llorando y furiosa.

—Te dije que no querrías verme enojado.

—Eres el mismo diablo, Lucca. Mi padre no te ha hecho nada, levanta esas noticias.

—Cásate conmigo, Abigail. Es la única manera de que salga a desmentir. Ahora son rumores, puedo ser más duro; tengo pruebas de los préstamos que le di a tu padre.

—¿Puedes responderme una pregunta?

—Dime...

—Lo que pasó entre nosotros, en Italia, ¿lo planeaste para que me enamorara de ti?

—Así es, Abi. ¿Creías que me iba a enamorar de ti? No puedo negar que eres hermosa y encantadora, pero el amor es una mierda... El dinero es lo único importante para mí.

—Está bien, Lucca, me casaré contigo, pero quiero que sepas que voy a odiarte por el resto de mi vida.

—No te preocupes, Abigail, puedo vivir con tu odio.

—No te la haré fácil. No seré la esposa perfecta ni sumisa que tú quieres.

—Lo sé, querida Abi, y eso es lo que más va a divertirme de todo esto: tu carácter y el mío.

Un Matrimonio Por Conveniencia #PGP2024 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora