Abrí los ojos y sonreí al ver el oscuro cabello de Reyna regado por la cama. Me levanté con suavidad para no despertarla y ella gimió como un cachorro. Di dos largos pasos hacia la salida y cuando iba a abrir la puerta, la escuché.
—Nyki... —balbuceó.
—Duérmete. Voy a caminar un poco —murmuré.
—¿Sigues siendo fitness?
—No he dejado de serlo.
—Espérame... Me hará bien caminar.
Moví los hombros y ella me lanzó una almohada. Salí de la habitación y sentí un peso caerme en la espalda. Me caí de rodillas en el pasillo y me dio tiempo de aguantar el peso con las manos; vi los cabellos castaños sobre mi cabeza y cayendo por los hombros.
—¡Mi Rey, feliz cumpleaños!
Reyna se bajó de mi espalda y me dio un abrazo por el costado.
—Gracias, Reynita. Pero suéltame, qué asco. Me estás tocando. —Carcajeé.
—Qué odioso... Nada de caminar, vamos a comer. En diez minutos.
Se incorporó, me dio un beso en la mejilla y se fue corriendo al baño.
—¡No te tardes!
Fui a mi antigua habitación y revisé el móvil, tenía una llamada perdida de Alek y varios mensajes de otras personas. El móvil volvió a sonar y contesté la llamada.
—Hey, bro.
—Felicidades, maricón. Un año más llevándolo con orgullo.
—Tss, aprendí de ti, el mejor.
Nos reímos y me costó recuperar el aliento.
—¿Arvelo?
—Yeah. Para variar.
—¿Tu tía?
—Está bien, creo que ya se fue a trabajar.
—Dale mis saludos, a tu prima también.
—Dale... Nos vemos en un par de días.
Diez minutos habían pasado y ya estaba esperando a Reyna en la sala. Ella bajó las escaleras y se detuvo frente a mí, con una cartera beige de asa larga colgando del hombro, una camisa ceñida de color azul marino con lunares blancos, jeans azul claro y zapatillas rosadas. Se me tiró encima y volvió a felicitarme, y luego me jaló hasta hacerme salir de la casa.
—Vamos caminando... Hueles rico, ¿Antonio Banderas?
—Paco Rabanne...
—Uhm... Muy masculino.
—Uh huh...
Seguimos la acera y cruzamos unas seis veces en las esquinas, hasta llegar a un centro comercial de dos pisos. Tenía varias cafeterías, centros de copiado y un par de panaderías y locales de comida. En el centro una fuente, rodeada de arbustos y palmeras que se elevaban hasta el segundo piso y la luz natural se colaba dentro e iluminaba la mayoría de los pasillos.
—Vamos al Home Café. Tienen unas tostadas de muerte lenta... —dijo, tomándome del brazo y guiándome por el centro comercial.
—¿Está arriba?
—Sí, en la terraza.
—Suena ostentoso.
—Y si supieras que es superasequible. Mamá y yo venimos los domingos que no queremos estar en casa.
—Ah... Conque ahí es donde viven metidas cada vez que las llamo...
Reyna sonrió, contenta, y me señaló una mesa bajo una sombrilla azul. Nos sentamos y en pocos segundos un mozo nos llevó la carta. La abrí y vi desde batidos detox y proteínicos hasta merengadas con helado, galletas y crema chantillí. En otra de las páginas estaban las tostadas que mencionó Reyna, así como desayunos más clásicos y otros más hacia ese extremo dietético. No tuve que leer mucho, ya sabía qué quería. El mozo volvió a los minutos y nos preguntó si estábamos listos para ordenar.
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¿Doble Realidad?
RandomNykolas Hedderich es un impaciente exmilitar que ahora se desempeña como guardia privado para pagar sus facturas, pero lo que más anhela es conseguir su trabajo ideal, el empleo perfecto que lo saque de todas sus deudas y le brinde la calidad de vid...