Desperté en una habitación vieja, paredes de cemento y una única ventana hacia el exterior. Me asomé y me fijé en que parecía estar en algún edificio con más de sesenta pisos según mis cuentas, salí corriendo por la puerta sin ninguna razón real para estar asustada, enseguida sentí un escalofrío. Al volver mi vista a la ventana estaba anocheciendo, un sonido metálico siendo arrastrado en el cemento retumbó en todas partes y salí corriendo a unas escaleras a mi derecha intentando bajar.
Bajé, bajé y bajé.
No llegaba a la salida y parecía que no había descendido nada. Se hizo de noche. En frente de mí mientras corría vi a un hombre con una hacha enorme, larga y sonaba cuando la arrastraba.
Corrí en dirección contraria esperando que hubiera más escaleras, pero no había más. El hombre siempre estaba cerca y si me detenía un poco a ver alrededor lanzaba el hacha directo a mi cabeza y golpeaba el suelo cuando volvía a correr.
Pensé que lo lógico sería encerrarme o buscar refugio rápido, algo me ayudó a intuir que todo era por ser de noche. Me encerré en una habitación sin ventanas y con puerta de metal, parecía la única del piso y me senté en la esquina contraria a la puerta.
Rasguños, golpes, gruñidos y gritos se oían del otro lado. No dormí nada. Cuando vi la luz del sol saliendo por una rendija del techo puse atención a los sonidos y ya no se oía nada, sólo mi respiración nerviosa. Era morir o morir. Así que abrí la puerta de la habitación y salí, no había nadie. Sangre sí. Había todo un camino de sangre que iba hacia una habitación contigua, pero la ignoré y corrí con todas mis fuerzas a las escaleras. No sabía qué había afuera ni si era seguro, pero tenía que intentarlo.
Después de cierta cantidad de pisos había ventanas en las escaleras y podía ver mejor hacia afuera mientras corría, me asomé un momento para contar cuántos pisos me faltaban y eran aproximadamente unos diez. Sólo diez. Pero ya era de noche.
Corrí por un pasillo para buscar habitaciones completamente selladas y encontré sólo una. Luego oí pasos detrás de mí, no eran los sonidos metálicos, eran pasos de alguien que corría hacia arriba.
Una señora bastante mayor que yo, revisó también las habitaciones mientras yo la observaba desde la puerta de la mía, entró a una con ventana hacia el este. Mala idea.
—¡Es mejor aquí! —Le grité con fuerza al notar que el sol se estaba ocultando.
Ella sólo sonrió y cerró la puerta. Yo también al notar que el sol se había ido del todo y volvía ese maldito ruido metálico.
Esa noche sabía de dónde venían los gruñidos y los gritos, esa noche tampoco dormí.
Al amanecer tenía el ánimo muy decaído, no tenía idea de por qué con exactitud, no conocía a la señora. Corría por las escaleras con mucha menos prisa que los días anteriores y con mucho menos miedo también, una sensación extraña me invadió. Me estaba rindiendo.
Cada que bajaba un piso el suelo parecía cercano y al llegar al primero poco me sorprendió que no hubiera pasillos ni habitaciones, muchas ventanas con rejas y absolutamente ninguna puerta.
No había salida.
Y no me sorprendió.
Volví a subir por las escaleras y noté como el sol descendía lentamente, llegué al siguiente piso y me encerré.
Aquella noche sí dormí. Un poco.
Al día siguiente no sabía qué hacer. ¿Subir? ¿Para qué? No sabía que había arriba, las únicas ventanas sin barrotes eran las de las escaleras, me asomé por una y vi como estaba de nuevo en algún piso por encima de los cincuenta.
“Maldita sea”, gruñí por dentro.
Seguí bajando, sólo porque no sabía que más hacer. Exploré los pasillos pero todos parecían idénticos, no había nada nuevo. A excepción de las escaleras, todas las ventanas en el edificio extraño tenían barrotes.
Anocheció.
Seguí caminando.
Oía el sonido metálico por los pasillos al bajar los pisos y en una oleada de ira por la confusión me subí a la ventana de la escalera. Oí más cerca el metal contra cemento.
Me lancé al mismo tiempo que veía hacia atrás. El hacha rozó mi cabello que punteaba en dirección contraria a la que caía. No había notado que ya iba amaneciendo, yo iba cayendo. Y justo cuando el primer rayo de sol me iluminó el rostro y me cegó, caí de la cama.
*No sé a ciencia cierta qué fue todo eso, pero hay algo que sí puedo asegurar. Cada día que anochece y vuelvo a ese maldito lugar, cada día que amanece allí y aquí también, pierdo un poco más la emoción del amanecer y el miedo del anochecer.
Ya está yéndose el sol, ya debo irme.
Antes que ese maldito espectro me alcance con su endemoniada hacha.
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Jueves 12 de Octubre de 2023Es extraño que reconociera al espectro. Hace tiempo siempre tenía sueños con ese en particular y bueno, quizá sea mi extrema obsesión a los sueños ¿Pero no es raro?
Lo del final sólo lo añadí por hacer trama, es la única vez que he soñado con ese edificio. Pero no así con persecución y el espectro. Quién sabe que habrá mañana al anochecer en el mundo de los sueños.
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Cuentos Cortos | Diario De Sueños
ContoHistorias basadas en la realidad que creo cuando sueño, cosas muy locas, muy divertidas o muy aterradoras. Diario de sueños para guardar y contar mis sueños de forma más narrativa y descriptiva. Estoy un poco obsesionada con entender lo que sueño as...