Las hermanas Rivera salieron finalmente de la jungla marchita para encontrarse frente a frente con una extraña grieta ovalada que se adentraba en la piedra, como si la montaña hubiese sido apuñalada por la daga de un gigante.
—La maldita cueva Moshar—Dijo Sara quitándose el sudor de la frente con el machete en la mano—Finalmente.
—¿Segura que este es el lugar? —Miriel no dejaba de mirar entre los árboles secos. Acomodó sus lentes y continuó con la inspección—Hay algo malo con este sitio.
—Es una jungla marchita Miriel, todas se ven así
—No así ¿Dónde están los animales?
Sara se giró hacia ella con cara de cansada
—¿Invernando?
—Muy graciosa
Una violenta ventisca azotó las hojas muertas de los árboles y alborotó el cabello de las pelirrojas. De las entrañas de la cueva Moshar, una voz paranormal susurró en los oídos de las hermanas.
«Tómenlo»
Pasados unos segundos el vendaval se detuvo y las chicas quedaron viendo azoradas hacia la cueva. Sara se estrujó los ojos, y negando con la cabeza comenzó a desajustar su bolsa
—¿Sara escuchaste eso? —Miriel miraba con los ojos bien abiertos hacia la cueva.
—¿El viento? —Preguntó Sara mientras buscaba la antorcha en su bolsa.
—¿No escuchaste esa cosa? Los aldeanos tenían razón, seguro hay sirenas de tierra allá abajo.
—No tenemos tiempo para esto Miriel, trae tu culo aquí, quiero regresar de día
Miriel se lo pensó por un momento, pero luego suspiró y se sentó junto a su hermana.
—Si los rumores son ciertos, es el yacimiento de rubís más grande del continente—Siguió Sara en lo que sacaba la antorcha y la encendía con un mechero metálico—Así que no me vengas con que renuncias a esto por el maldito sonido del viento—Terminó de decir extendiendo la antorcha a Miriel.
Miriel tomó la antorcha, mirando aún recelosa hacia la cueva.
—¿Estás segura de esto? —Preguntó la menor ajustándose una vez más los lentes.
—Tu alumbra, y yo te cubro—Respondió Sara enseñado el machete con confianza.
Tras unos minutos de expectación, se adentraron en Moshar.
Moshar no les dio una cálida bienvenida, de hecho, aquel lugar se sentía como caminar por el interior de un hielo templado. La estructura de la cueva era estrecha he incómoda, con una visible sobrepoblación de picos agresivos que colgaban del techo y las paredes. Las hermanas avanzaban con apenas visibilidad, las antorchas solo alumbrando el radio de un metro a su alrededor, y el frío amenazando con apagar la llama. Frente a ellas, la nada a punto de ser descubierta, y a sus espaldas, la oscuridad que dejaban atrás. Su pequeño entorno existía cuando la luz de la antorcha les permitía ver y dejaba de existir cuando ésta se retiraba.
—No debería llevar la antorcha cuando cargo con los explosivos—Dijo Miriel acomodando su mochila y alejando el palo engrasado lo más lejos de su cuerpo posible.
—No puedo usar el machete con la antorcha estorbando—Sara se giró con una ceja alzada—¿Quieres llevar tú el machete?
—Olvídalo
—Eso creí
De pronto Miriel se detuvo
—¿Escuchaste eso?
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El Trono del Monarca
Short StoryDos hermanas exploradoras se proponen encontrar un tesoro olvidado por el hombre, con la esperanza de cambiar sus vidas para siempre. Pero en las entrañas de las montañas del norte, terminan hallando la verdad detrás del cruel destino que sufren los...