El Jaguar color azul marino giró silenciosamente por la esquina de Hoyne hacia la estrecha calle de Wicker Park. La mujer al volante fue fijándose en los números de los portales a través de unas gafas de sol Chanel sin montura, con sus minúsculas ces de falsa pedrería entrelazadas en las patillas. Eran, en sentido estricto, gafas fashion, lo que quería decir que apenas tenían protección contra rayos ultravioleta, ni siquiera la suficiente para un día nublado, pero iban increíblemente bien con su piel pálida y su mata de pelo oscuro, y Jimin Yu no era partidaria de sacrificar la elegancia a la funcionalidad. Ni siquiera la inminencia de su cumpleaños —el trigésimo séptimo para los amigos más próximos, el cuadragésimo segundo según la cuenta de su madre—la haría considerar la posibilidad de cambiar sus zapatos de tacón de aguja de Christian Louboutin por unas bambas. Su ex marido había dicho de ella en cierta ocasión que su pelo oscuro, su cutis blanco invernal, sus asombrosos ojos azules y la extrema delgadez de su figura hacían que pareciera Blancanieves tras dos meses de seguir la dieta South Beach.
Disminuyó la marcha en cuanto encontró lo que buscaba en la calle bordeada de árboles. Nunca había visto una candidata más idónea al derribo que aquella casita de madera pintada del azul de los huevos de tordo, con una cenefa de motivos vegetales descascarillada. Una verja negra de hierro forjado con la pintura levantada en ampollas rodeaba una franja de césped del tamaño de su cuarto de baño. El lugar parecía el cobertizo del jardinero de alguna de las dos elegantes casas restauradas de ladrillo, de dos pisos, que se alzaban a ambos lados. ¿Cómo había podido librarse de la bola de demolición que había reclamado ya la mayoría de los hogares más deteriorados de Wicker Park?
Jimin había visto el folleto de Perfecto para Ti sobre la mesa de Jeongguk Jeon el día anterior, cuando pasó a hacerle una visita y su formidable instinto competitivo se había disparado. En los últimos doce meses, había perdido a dos clientes importantes en beneficio de agencias nuevas, y un marido a manos de una organizadora de eventos de veintitrés años. El fracaso tenía un determinado olor, y estaba dispuesta a matarse trabajando antes que permitir que ese olor se pegara a ella. Unas pocas horas de investigación bastaron para averiguar que Perfecto para Ti era simplemente el nuevo nombre de Bodas Mina, una empresa de poca monta que había sido apenas una anécdota. Tras la muerte de Mina Hopper, su nieto se hizo cargo del negocio. Algunas pesquisas más revelaron que esta mismo nieto había sido compañero de universidad de la mujer de SeokJin Kim, Eli. Jimin pudo así tranquilizarse un poco. Evidentemente, Jeongguk se sentiría obligado a conceder una entrevista de cortesía al muchacho si la mujer de su cliente se lo pedía, pero era demasiado exigente para trabajar con un aficionado. Se había ido a la cama libre de preocupaciones... y tuvo un sueño dolorosamente erótico con su preciado cliente. Claro que jamás se le ocurriría intentar llevarlo a la práctica. Una aventura con Jeongguk Jeon tendría su emoción, pero nunca permitía que su vida íntima interfiriera con sus negocios.
Desafortunadamente, la llamada telefónica de esa mañana volvió a prender la mecha de su ansiedad. Fran, el camarero del Sienna's, era parte del numeroso personal de servicio bien situado que recibía de ella espléndidos regalos en recompensa por facilitar información útil, y le comunicó que un casamentero llamada YoonGi se había presentado allí anoche en compañía de un hombre buenísimo a la que había presentado a Jeongguk. Jimin salió hacia Wicker Park en cuanto pudo. Necesitaba saber en qué medida ese hombre podía suponer una amenaza, pero esa casa ruinosa demostraba que Perfecto para Ti era un negocio exclusivamente en la cabeza del señorito Min. Jeon simplemente estaba siendo amable para complacer a la esposa de SeokJin Kim.
Sintiéndose algo más tranquila, tomó dirección sur, hacia el centro, para someterse a su exfoliación mensual. Gastaba ingentes cantidades de dinero en conservar liso su cutis y su cuerpo esbelto como un junco. La edad podía aumentar el poder de un hombre, pero menoscababa el de una mujer, y, al cabo de una hora, vuelta a maquillar y con la tez radiante, entraba en las oficinas de Parejas Yu, situadas en el primer piso de un edificio Victoriano de ladrillo, pintado de blanco, no lejos de la biblioteca Newberry.